Os asigno un reino

Lucas 22:24-38

Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí.

Lucas 22:29

En este pasaje, Jesús advierte a sus discípulos sobre las cosas que sucederían esa noche y al día siguiente. Después de la cena de pascua, Jesús sabía que vendrían para arrestarle, ser enjuiciado, y finalmente morir en la cruz. Pero Jesús quería que sus discípulos supieran que estas cosas sucedían de acuerdo con el plan de Dios y no por algún error. Jesús sabía que sus discípulos le abandonarían, pero también sabía que después recordarían sus palabras y entenderían lo que les había dicho.

La palabra de hoy comienza con una discusión entre los discípulos sobre quién sería el mayor. Cada vez que Jesús hablaba sobre su muerte, parece que los discípulos no pensaron en una muerte literal sino de alguna manera lo relacionaron con el establecimiento de su reino mesiánico. En Lucas 9:43-45, Jesús anunció su muerte por segunda vez. Y justo después de Jesús les dice esto, los discípulos comenzaron a discutir quién sería el mayor entre ellos. También, aunque Lucas no lo menciona, si vemos en Mateo 20:20-28, o su paralelo en Marcos 10:35-45, justo después de que Jesús anunció por tercera vez sobre su muerte, los hermanos Jacobo y Juan se acercaron a Jesús para pedirle que les permitiera sentar el uno a la izquierda y el otro a la derecha cuando Jesús estableciera su reino. Jesús estaba en camino a Jerusalén con un corazón muy pesado pensando en su sufrimiento y su muerte en la cruz. Pero los discípulos discutían quién sería el mayor en el reino de Dios. En esta ocasión, Jesús justo terminó de instituir la Cena del Señor diciéndoles que su sangre sería derramada, y los discípulos comenzaron a discutir sobre quién es el mayor nuevamente.

Asombrosamente, Jesús no les regañó. Jesús no se enojó con sus discípulos por estar pensando necedades mientras que él estaba agonizando en su interior al pensar en los sufrimientos y la muerte que le venían. No. Sino que Jesús, en su gran amor y su misericordia hacia ellos, tranquilamente les volvió a enseñar. Jesús enseñó que el mayor entre ellos es el que sirve. Jesús mismo era el ejemplo para sus discípulos. Él es el rey, pero vino al mundo en forma de siervo, y dio su vida como un miserable criminal condenado a la cruz. Aunque era inocente aceptó morir en nuestro lugar.

Todavía más asombro fue que Jesús les dio esperanza a sus discípulos. Aunque Jesús estaría muy estresado sabiendo la larga noche que le esperaba, y el terrorífico día que le venía, dejó a un lado su propio sentir y fortaleció a los discípulos dándoles esperanza en el reino celestial. Él les dijo que había un lugar preparado para ellos para que disfrutaran del banquete en el reino de Dios, y que estarían juzgando a las doce tribus de Israel. Esto es consistente con la visión de Juan sobre la nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:9-14 dice que, en la nueva Jerusalén, los apóstoles serían el cimiento de las doce puertas de la ciudad. Cada puerta tenía el nombre de las tribus de Israel (donde “las tribus de Israel” se refiere a la iglesia), y los cimientos tenían los nombres de los apóstoles.

Sin embargo, Jesús también los aterrizó a la realidad próxima. Se acercaban los que arrestarían y matarían a Jesús. Y estos enemigos de Jesús también querrían hacerles daño a los discípulos. Por esto, Jesús preparó a sus discípulos. Jesús sabía que Pedro le negaría tres veces, por lo que se lo dijo de antemano. Esto sería algo que Pedro haría sin lugar a duda, pero Jesús quería que Pedro supiera que estaría orando por él. Pedro recordaría a Jesús que ora por el perdón de su pecado y su restablecimiento como apóstol toda su vida.

Al resto de los discípulos les hizo prepararse bien. Cuando Jesús les envió de dos en dos como entrenamiento de discípulos, les dijo que no llevaran nada consigo. Esto era para que aprendieran a depender en Dios en cualquier circunstancia. En esta ocasión, Jesús les dice que se preparen bien. Cuando Jesús les dice que compren una espada, no se refería a una espada de verdad. Esto lo podemos entender porque en el versículo 38, los discípulos le dijeron a Jesús que tenían dos espadas, pero Jesús les dice: “Basta”. En otras palabras, dejen de hablar cosas sin sentido. Jesús comprendía la confusión de los discípulos, y que no estaban entendiendo en ese mismo momento. Pero estaban advertidos. La espada que debían de preparar era un símbolo de debían de ser cuidados. ¿Significa que Dios no cuidaría de ellos en esta ocasión? Para nada. Lo que significaba era que, como James Edwards comenta, “Diferentes tiempos requieren diferentes medios”.[1] A veces Dios nos dice que vayamos y hablemos. Otras veces, Dios nos dice que vayamos y nos escondamos. Podemos ver esto en la vida de Elías. A veces Dios le decía que fuera a la presencia del rey Acab, y otras veces le decía que se escondiera del rey. No debemos actuar simplemente de acuerdo con nuestra experiencia. En todo momento debemos buscar la voluntad de Dios. Aunque a veces sea contraintuitivo, debemos confiar en el plan de Dios.

Esta palabra nos enseña a que en todo momento debemos de estar listos para seguir el plan de Dios. Hay momentos en la vida que Dios nos da paz, por lo que podemos descansar un poco. Y hay otros momentos en nuestras vidas en que padecemos persecuciones y diferentes clases de dificultades. En cualquier situación, debemos mirar a Dios y buscar cuál es su voluntad en nuestras vidas. Y sabemos que podemos confiar en él, porque tenemos nuestra esperanza en el reino de Dios. Si bien, los apóstoles tendrán un reconocimiento especial, todos los creyentes nos gozaremos juntos en el reino de Dios.

Señor, usted nos advirtió que habrá tiempos difíciles. Ayúdeme, Señor, a estar bien preparado para esos momentos de dificultad. Le pido que me ayude a no ser flojo, sino que sea diligente en poder comprender las estaciones del año en mi vida, y que en todo momento busque su dirección. Así, le pido que las dificultades no me agarren desprevenido. Y aún si me llegaran a tomar por sorpresa, le agradezco Señor porque usted está continuamente orando por mí delante de mi Padre celestial.

Una palabra: Prepárate bien buscando la dirección de Dios y la esperanza puesta en el reino de los cielos.


[1] James R. Edwards, The Gospel according to Luke, ed. D. A. Carson, The Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids, MI; Cambridge, U.K.; Nottingham, England: William B. Eerdmans Publishing Company; Apollos, 2015), 640.

El nuevo pacto en la sangre de Jesús

Lucas 22:1-23

De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

Lucas 22:20

Una de las grandes preguntas teológicas es sobre la continuidad o la discontinuidad del Antiguo Testamento. La palabra de hoy responde a esta pregunta. El nuevo pacto en Jesús da fin al antiguo pacto (testamento), y abre un nuevo capítulo, un nuevo pacto.

Llegó el día de la pascua. El día judío terminaba a las 5:59pm y comenzaba a las 6:00pm de nuestra hora. Por lo tanto, las familias la podían celebrar ya sea el jueves por la noche o el viernes durante el día. Jesús y sus discípulos la celebraron el jueves por la noche.

Conforme leemos el texto, podemos ver que Dios preparó todas las cosas. Como estaba escrito que uno traicionaría a Jesús, Judas se estaba preparando para entregar a su maestro en manos de los principales sacerdotes. Por otro lado, Jesús no tenía casa en Jerusalén, pero tenía muchos amigos. Así, uno de ellos habría hablado de antemano con Jesús para tener todas las cosas listas. Lo impresionante no es que el lugar y la comida estuvieran listos para Jesús y sus discípulos desde antes de que Jesús enviara a Pedro y a Juan. Lo impresionante es que Jesús supiera que el hombre que ellos encontrarían a la entrada de la ciudad con el cántaro de agua era un siervo del amigo que tenía la casa preparada. Esto muestra una vez más que Jesús es Dios.

Así, Jesús y sus discípulos llegaron al aposento alto a cenar la pascua. Durante la cena, Jesús hizo dos cosas. Primero, partió el pan y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; hace esto en memoria de mí”. Luego, tomó la copa, y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”. La iglesia por mucho tiempo entendió que el pan y el vino se volvían en la carne y la sangre de Jesús. Pero esta incorrecta interpretación fue corregida más tarde. Ahora sabemos que el pan y el vino representan la carne y la sangre de Jesús, pero no se transforman en ellos. Aquí lo importante es que Jesús instituyó la Cena del Señor para “memoria de él”. Los cristianos obedientes cumplimos con esta ordenanza porque el Señor lo instituyó.

¿Pero qué significa esto? Es el nuevo pacto de Dios con los hombres mediante la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y no es de sorprender que hubiera un nuevo pacto. En Jeremías 31:31-34, Dios había prometido que haría un nuevo pacto con los hombres. En el momento en que el pueblo de Israel desobedeció a Dios, el antiguo pacto había sido invalidado. Sin embargo, Dios conservó su parte del pacto por pura gracia. Por tanto, no debería ser sorpresa que Dios hiciera otro pacto con los hombres.

La característica de este nuevo pacto era que Dios escribiría este pacto en el corazón y la mente de los hombres. Esto fue cumplido a través del Espíritu Santo que mora en los creyentes. El Espíritu Santo nos hace recordar todas las palabras de Dios para que vivamos de acuerdo con su santa voluntad. Dios dijo que no enseñará ninguno a su prójimo. Esto no significa que se dejará la evangelización. Más bien significa que el Espíritu Santo que mora en nosotros es quien nos enseña. Antes, como el Espíritu Santo no moraba en el pueblo de Israel, era necesario que los sacerdotes intercedieran y enseñaran al pueblo. Ahora, aunque hay maestros de la Biblia y pastores, reconocemos que la enseñanza no es nuestra si de Dios por medio de sus siervos. El antiguo pacto era un pacto de obras. Se había que guardar toda la ley de Dios. Sin embargo, la ley no es posible de guardar en su totalidad. ¿Por qué Dios les dio una ley imposible de guardar? La ley no era para que los hombres pudieran lograr algo, sino que era para mostrar la santidad de Dios. Por lo tanto, la ley mostraba que los hombres son pecadores. Así, es necesario que quien quiere recibir la salvación, primero experimente y confiese que es pecador. Por otro lado, la ley apuntaba a aquel quien guardaría toda la ley, Jesucristo. Así, todas las leyes fueron cumplidas en Cristo.

Para hacer un pacto había que derramar sangre. En Éxodo 24:6-8, Moisés tomó la sangre de los animales que se habían traído para ofrecer holocausto a Dios. La mitad de la sangre la roció en el altar. Y cuando Moisés preguntó y el pueblo respondió que obedecerían todo lo que Jehová les había dicho, Moisés roció la otra mitad de la sangre en el pueblo. Mientras rociaba la sangre, les dijo: “He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.” En el nuevo pacto, Jesús fue el cordero pascual. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Señor, ayúdeme a vivir recordando la gracia y el amor que mostró por mí al venir a este mundo y morir en una cruz en mi lugar por mis pecados. Muchas veces pongo tanta atención a las cosas del mundo que olvido mirarle a usted. Gracias porque estableció la santa cena para recordar su gracia de redención. Pero no solamente por la cena le recuerdo, sino que me ha dejado muchas cosas para recordarle. Le doy gracias especialmente por enviar al Espíritu Santo para que more en mí. A través de él puedo recordar todas las palabras que usted ha dicho, para que así viva en santidad delante de usted.

Una palabra: Recuerda la sangre del Señor derramada para redimir mis pecados.

Velad y orad

Lucas 21:29-38

Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Lucas 21:36

Una de las cosas que le gusta mucho a mi esposa es salir a los bosques y a las montañas a ver los árboles. En la primavera, ella aprecia cómo retoñan las nuevas hojas y las flores de ciertas clases de árboles. En el otoño, le gusta ver cómo cambian de color las hojas y pintan de varios colores las montañas y los bosques. Y aún cuando no tenemos tiempo de salir a ver esos paisajes, le gusta que simplemente paseemos por la ciudad, por ciertos lugares donde se puede apreciar ese cambio en los árboles indicando el cambio de estación.

Para finalizar esta sección sobre las señales del fin del mundo, Jesús usó el ejemplo de árboles que indican las estaciones del año. Hay personas como mi esposa que le gusta ver esos cambios de colores en los árboles. Hay personas como yo que, aunque lo aprecio, no es algo que salga intencionalmente a ver. Sin embargo, todos vemos cómo los árboles nos indican la estación del año. Jesús nos dice que estemos atentos a los eventos del mundo para que estemos preparados para lo que viene. Como lo he mencionado anteriormente, debemos vivir prestando mucha atención, con la tensión de que estamos viviendo el fin de los días. El Señor nos advierte que todas sus palabras serán cumplidas tal y como lo ha dicho. El cumplimiento de la caída de Jerusalén y el templo son un pequeño ejemplo de Jesús como profeta. Si la caída de la ciudad y el templo fueron cumplidas, también el resto de su profecía será cumplida.

¿Qué es lo que debemos estar haciendo? Pensemos, cuando somos advertidos sobre una fatalidad que vendrá, ¿qué es lo que debemos de hacer? Guadalajara es bendecido porque no hay fenómenos naturales que creen realmente un desastre. Hay ciertas zonas de la ciudad donde hay que tomar precauciones. Y las personas que viven en esas zonas saben lo que deben de hacer cuando vienen esas fuertes lluvias. Los desastres suceden a las personas que, sabiendo de las inundaciones en su zona, no se preparan. Viviendo en Estados Unidos me ha tocado experimentar algunos fenómenos naturales de mayor peligro que en Guadalajara. Cuando vivía en Massachusetts, viví en una zona llamada South Hamilton. Durante el otoño, cuando se avecinaban las tormentas, me tocaba ver cómo las aguas del Océano Atlántico subían de nivel y las olas azotaban ciertas regiones cercanas. Una vez me tocó ver que, en la ciudad próxima, cayeron varias casas por la impetuosa lluvia y las fuertes mareas. Y no se diga del invierno en Nueva Inglaterra. Hay que estar siempre atentos a las noticias del clima y estar preparado para cualquier incidente. La nieve en Nueva Inglaterra no es un chiste. Y estando ahora en el sur de Estados Unidos, en Louisville, KY, las tormentas son una constante alerta. Aunque gracias a Dios no nos ha tocado nada serio en la zona donde vivimos, nos ha tocado ya dos ocasiones de tormentas que han destrozado ciudades enteras en Kentucky, y que dañaron gravemente áreas del sur de Louisville. Pero las personas saben lo que deben de hacer. Las personas que han vivido suficiente tiempo en la región saben a dónde ir a refugiarse y tener a la mano documentos importantes para traer consigo al refugiarse. El clima cambia inesperadamente, y aunque hay alguna alerta, puede ser que no pase nada grave. Sin embargo, las personas prudentes no se arriesgan, sino que se preparan adecuadamente.

Jesús nos dice que no estemos en glotonería, embriaguez, y en los afanes de la vida. En otras palabras, que no debemos estar buscando solamente los placeres del mundo. Como aquellos que se preparan ante una alerta de un fenómeno climático desastroso, nosotros también debemos de estar preparados. No sabemos si el fin llegará mañana, o la siguiente semana, o el próximo año, o todavía muchos años después. Sin embargo, sabemos que el fin llegará, y vendrá cuando menos nos lo esperemos. Por lo tanto, Jesús nos enseña: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (36). Nosotros no debemos bajar la guardia, sino que debemos estar atentos, y debemos estar en oración continua. Como no sabemos cuándo llegará el fin, no podemos estar confiados en nosotros mismos. Debemos estar meditando en la palabra de Dios y orando por la presencia de Dios en todo tiempo de nuestras vidas.

Señor, muchas veces caigo en complacencia con el mundo pensando que todo está tranquilo. Llego a olvidar con facilidad su advertencia de estar siempre listos para recibir su venida gloriosa. Por esa complacencia con el mundo llego a caer en muchas tentaciones en mi mente, y aún en mis acciones. En lugar de estar en meditación de su palabra y en oración continua, estoy pensando solamente en deseos de éxito mundanal, avaricia material, y en ociosidad. Pero usted me ha advertido que ciertamente vendrá nuevamente. Y vendrá un día que yo no lo se. Por eso, oro Señor que me ayude a estar velando en oración y meditando en su palabra de día y de noche. Así, el día que usted venga, pueda yo ser hallado digno de estar delante de usted.

Oro también, Señor, que me use como su instrumento para compartir el evangelio, las buenas nuevas de salvación. Así, guíe mi vida, señale mis caminos, para que en todo pueda glorificar su nombre y muchas personas puedan conocerle a usted.  Bendígame, Señor, para que pueda ser fuente de bendición para otros.

Una palabra: Velar y orar para ser encontrado digno de estar de pie delante de mi Señor.