El remanente de Israel

Jeremías 40:1-16

Se fue entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y habitó con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra.

Jeremías 40:6

Es muy fácil pensar en buscar lo que es más cómodo o lo que parece más conveniente para uno, y luego buscar una buena justificación. Pero nosotros, los cristianos, no debemos buscar lo que nos parece más conveniente, sino que debemos buscar cuál es el verdadero llamado de Dios a nuestras vidas, y estar dispuestos a servir de acuerdo con ese llamado.

Jeremías fue aprehendido al igual que todas las personas de Judá. Pero el capitán de la guardia liberó a Jeremías. Él le dijo a Jeremías: “Jehová tu Dios habló este mal contra este lugar; 3y lo ha traído y hecho Jehová según lo había dicho; porque pecasteis contra Jehová, y no oísteis su voz, por eso os ha venido esto” (2-3). Estas parecen ser palabras que Jeremías había dicho, no las palabras del capitán de la guardia. Esto quiere decir que el capitán de la guardia estaba al tanto de todo lo que estaba sucediendo en Judá, incluyendo lo que Jeremías profetizó. Esto hizo que el capitán de la guardia tuviera respeto por Jeremías. Las palabras que continúa diciendo nos hacen ver que el capitán de la guardia quería hacerle bien a Jeremías. Él invitó a Jeremías a que fuera a Babilonia, y que le haría bien en esa tierra. Pero no quería obligarlo a hacer nada, sino que le dijo que escogiera lo que mejor le pareciera.

Ante esta opción, Jeremías eligió quedarse en Judá. Él fue con Gedalías hijo de Ahicam, quien había sido designado por el rey de Babilonia par que fuera gobernador de la región. Aunque Gedalías tenía el título de gobernador, si vemos los capítulos pasados, Babilonia solamente dejó a los más pobres, viejos, e incultos. Lo que se podría pensar como “lo mejor de la sociedad”, lo llevó a Babilonia. Así, Jeremías pudo haber ido también a Babilonia, y más, con la promesa del capitán de la guardia de Babilonia de que lo trataría bien pues estaría bajo su cuidado. Esta era una gran oportunidad para Jeremías de vivir una vida cómoda en una metrópolis. Y podría tener la perfecta excusa de que serviría a los cautivos en Babilonia.

Sin embargo, Jeremías no eligió lo más cómodo. Él eligió quedarse con el pueblo remanente y servirles. Aunque lo que quedó el pueblo eran los más pobres, viejos, e incultos, Jeremías los amó por ser el remanente del pueblo de Dios en la tierra prometida. Él supo que Dios le llamó a servir a ese pueblo de Dios, por lo que obedeció a su llamado. Aunque en este texto no sale que Jeremías oró a Dios para tomar esta decisión, al ver la vida de Jeremías, podemos asumirlo. Jeremías no tomó sus decisiones a la ligera, sino, al ser profeta de Dios, tuvo una comunicación continua con Dios, y tomó sus decisiones de acuerdo con la dirección que Dios le daba en su vida. De otra forma, no podríamos entender por qué Jeremías vivió una vida tan sufrida.

Es fácil disfrazar nuestro propio deseo con nuestro llamado. Llegamos incluso a creernos que nuestra decisión es verdaderamente dirección de Dios, no nuestro propio deseo. Por lo que, antes de tomar una decisión, debemos orar a Dios fervientemente. Tristemente, he escuchado de muchos casos de personas que van a otros países con el título de ser misioneros, cuando en realidad van con un sueño personal persiguiendo un mejor trabajo o estilo de vida. El simple hecho de ir a otro país no hace que un cristiano sea misionero. Como el título lo dice, un misionero es aquel que sale a otro país con un sentido de misión; en este caso, la misión de servir con el evangelio en ese otro país. Los verdaderos misioneros no salen con el propósito de tener un mejor trabajo o estilo de vida, sino que buscan un trabajo para poder sustentarse mientras sirven la misión a la que fueron llamados. Conozco el caso de tantos misioneros que pudieron haber llevado una vida cómoda en sus países de origen, pero que sufren mucho por servir en su país de misión. Algunos pareciera que ahora no sufren tanto, o incluso, que les está yendo mejor que en el pasado. Sin embargo, por un lado, esto solamente es por gracia de Dios. Por otro lado, todos los siervos de Dios padecen dificultades, de una u otra forma. Daniel fue uno de los cautivos a Babilonia y podríamos decir que vivió bien por ser de los consejeros del rey. Y así como Daniel vivió relativamente una buena vida en el palacio, también tuvo muchos sufrimientos. Jeremías, por el contrario, aunque tuvo la oportunidad de ir a Babilonia a vivir una buena vida, decidió quedarse en Judá. Tanto Daniel como Jeremías solamente siguieron el llamado de Dios en sus vidas.

Pero esto no solamente es en cuanto a las grandes decisiones de la vida, como salir de misioneros. También involucra en momentos de nuestra vida en que debemos tomar cualquier tipo de decisión. Debemos orar a Dios para ver qué es lo que él quiere de nosotros, no lo que es más conveniente para nosotros de acuerdo con nuestra propia sabiduría. Debemos buscar cómo podemos servir a otros, en lugar de buscar nuestra comodidad o nuestro honor.

Nuestro Señor Jesús es nuestro ejemplo de vida. El himno en Filipenses 2 resume muy fielmente el ejemplo de la humildad y el servicio de nuestro Señor. Él no buscó lo que era más conveniente o cómo para su vida, sino que se humilló a sí mismo para venir al mundo dejando toda su gloria celestial. Y viniendo a este mundo, no buscó ser servido por los hombres, sino que sirvió a los hombres con toda humildad. En cuanto a cumplir su llamado, él fue obediente a Dios en todo, hasta morir en la cruz en nuestro lugar.

Señor, hay tantas decisiones que me justifico en nombre de servir su obra. Hay tanta gente que dañé en nombre de entrenar e impartir justicia, en lugar de ser un humilde siervo. Si bien, sé que hubo momentos en que usted me guio y usó para entrenar a otros e impartir justicia, hay otras veces que reconozco que lo hizo por mi orgullo y sabiduría propia. Ayúdeme, Señor, a tomar todas mis decisiones basado en su voluntad en mi vida. Le pido que pueda ser fiel en leer y meditar la palabra, y orar delante de usted, para que de esta manera tenga una continua comunicación con usted. Y, teniendo esta comunicación continua con usted, pueda yo tomar decisiones de acuerdo con su santa voluntad en mi vida, para gloria de Dios y para la edificación las personas que usted pone en mi camino.

En este tiempo, Señor, que me ha llamado a estudiar el doctorado y, a la vez, servir el ministerio en UBF Louisville, le pido que esté conmigo para hacer las dos cosas con diligencia y humildad. Oro que mis estudios puedan ser para fortalecimiento de otros siervos suyos. Oro que pueda servir con fidelidad la palabra a los estudiantes de la Universidad de Louisville. Oro que usted sea glorificado en todas las cosas que haga.

Una palabra: Ser un siervo humilde que sirve al pueblo de Dios.

Dios levantará una rama justa

Jeremías 22:24-23:8

He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

Jeremías 22:5, 6

Juan Calvino, en su libro Institución de la Religión Cristiana, en su sección sobre el gobierno de la iglesia, reflexiona sobre por qué Dios trabaja en la iglesia con ayuda de los hombres (Calvino, Institución de la Religión Cristiana, 4.3.1). Como Calvino dice, de verdad que Dios pudo haber guiado a la iglesia a través de sus ángeles, o incluso él mismo. Sin embargo, en su amor por nosotros, y para humillar a los engreídos, Dios estableció hombres para servir su iglesia. Así, los líderes de la iglesia tenemos una gran responsabilidad. A nosotros nos fue encargado cuidar de las ovejas de Dios.

En el tiempo de Jeremías, el rey tenía el papel de cuidar del pueblo de Dios. En las culturas del antiguo medio oriente, los buenos reyes eran llamados también pastores de su pueblo. Los buenos pastores dan su vida por las ovejas (Jn 10). Los buenos reyes protegían a su pueblo incluso con su vida. En el caso del pueblo de Israel, el pueblo de Dios, la vara era todavía más alta. No era solamente cuestión de salvar la vida del pueblo, sino también cuidar de su estado espiritual. Buenos reyes como David, Salomón, Josías, y Ezequías guiaron (gran parte de su vida) a su pueblo a seguir a Dios y guardar la ley de Dios. Dios esperaba que esto hicieran los reyes y los líderes de Israel y de Judá. Sin embargo, ninguno se preocupó por el bienestar de su pueblo, sino solamente quisieron proteger su propio poder y estatus. Por lo tanto, cuando estuvieron en problemas, en lugar de depender en Dios, buscaron a ídolos y el apoyo de otras naciones. Dios no se agradó de estos malos líderes. Por tanto, Dios juzgó a Israel, y haría lo mismo con Judá. Dios les advierte sobre la venida de Nabucodonosor de Babilonia. Israel sería exiliado por causa de su rebeldía contra Dios.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Dios es fiel y misericordioso. Y en ese gran amor, siempre tiene guardado a su remanente: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (5, 6). Dios levantaría un nuevo rey de la casa de David. Aquí “dichoso” se refiere a que actuará con sabiduría que viene de Dios. Por supuesto, es claro que esta profecía apunta a Jesús. Cuando Jesús fue bautizado, Dios dijo desde el cielo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17; también ver Mr 1:11; Lc 3:22). Y cuando Jesús se transfiguró, Dios habló nuevamente, diciendo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 17:5; también ver Mr 9:7; Lc 9:35; 2P 1:17). Jesús es el renuevo justo de la casa de David quien reina con sabiduría (dicha), justicia y juicio. Cuando Jesús reina en nuestras vidas, él nos llena de la paz de Dios. Esta es una paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:7). Sin conocer a Dios es imposible entender esta clase de paz, porque la paz del mundo no es una paz verdadera. Solamente tenemos paz verdadera cuando Jesús reina en nosotros.

Especialmente, recibimos paz en Jesús por causa de la justificación por la redención de nuestros pecados. A través de Jesús recibimos la justicia de Dios. No porque haya alguna justicia en nosotros, sino que a través de Jesús fuimos imputados con su justicia. Esto es, no hay nada en nosotros que nos haga justos delante de Dios. Pero como Jesús murió en nuestro lugar, él dice delante del Padre: “Yo pagué su deuda”. Así, somos perdonados y tomados por justos delante de Dios. En Romanos 4, Pablo explica que Abraham fue contado por justicia, no por su propia justicia, sino por causa de su fe en Dios. Y así como Abraham fue contado por justicia por su fe en Dios, nosotros también recibimos la justicia de Dios por creer en que Jesús encarnó y murió por nuestros pecados.

Dios promete que, en ese día, traerá a todos su pueblo de toda la tierra. Nosotros, la iglesia, somos Israel. Israel fue una figura, un tipo, de Cristo en el Antiguo Testamento que fue cumplido a través de la venida de Jesús. Como Jesús es el verdadero Israel, y nosotros somos su cuerpo, nosotros podemos decir que somos el verdadero Israel. Dios promete que juntará a todos sus escogidos a través del tiempo y de entre todas las naciones. No todos son salvos, sino solamente el remanente escogido de Dios. Ni siquiera Israel étnico será salvo en su totalidad; solamente los que acepten a Jesús como el Mesías serán salvos, y significará que son parte del remanente escogido de Dios. Pero aquí podemos ver que Dios tenía el plan de salvar a judíos y a gentiles. En Dios ya no hay judío o gentil, sino que los electos somos todos sus hijos por igual.

Dios nos llama a que sirvamos la iglesia. Todavía hay muchos que son del remanente de Dios, pero deben ser encontrados y recibir el evangelio. Si bien, Dios podría hacer este trabajo sólo, o tal vez podría enviar a sus ángeles, Dios nos eligió a nosotros a colaborar con él en la obra de evangelización. Conforme proclamamos las buenas nuevas de Cristo al mundo, los elegidos oirán y aceptarán al Rey Jesucristo. Por eso es que son hermosos los pies que traen buenas nuevas, de los que anuncian la paz (Isa 52:7; Rom 10:15). No esperemos a ser desechados por Dios por no cuidar de sus ovejas. Él ciertamente va a juntar a su rebaño. La pregunta es ¿podremos tener la bendición de participar en esta hermosa obra de Dios?

Señor, perdóneme porque no he sido fiel en anunciar el evangelio y cuidar de sus ovejas. A veces me justifico diciendo que hago muchas cosas. Pero estas cosas que hago son lo mínimo que debería hacer. Solo hago lo mínimo que debería hacer, pero no me esfuerzo por hacer todo lo que debería hacer por buscar mi propia comodidad. Señor, ayúdeme a poder ser fiel en salir e invitar a las ovejas al estudio uno a uno. Deme su fuerza y su sabiduría para ser anunciador de las buenas nuevas de nuestro Señor Jesucristo y apacentar a sus ovejas.

Una palabra: Nuestro Señor Jesús es el rey de justicia y de paz.

Confía en el Señor

Jeremías 17:1-27

Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.

Jeremías 17:7

En este pasaje, continuamos viendo las advertencias de Dios al pueblo de Judá. Dios les indica su pecado, pero no todo está perdido. Dios siempre deja abierta una puerta para la salvación.

Judá pecó contra Dios al ir detrás de los ídolos. Su idolatría no era superficial, como alguien que hace algo sin tener total convicción. Al contrario, Dios conoce sus corazones y sabía que la idolatría de su pueblo estaba esculpida en sus corazones. La descripción que Dios da es tajante e indiscutible. Dice que ellos esculpieron su idolatría con cincel de hierro y punta de diamante. ¿Cómo podrían negarlo y esconder su idolatría? Dios les dice: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (5). De por sí, el hombre no es confiable. El hombre cambia con mucha facilidad. Un ejemplo que podemos ver en el mundo es la gran cantidad de divorcios que hay. Y hay algunos que argumentan diciendo que el índice de divorcios ya no es tan grande. Sí, pero el índice de matrimonios es también muy bajo porque, a raíz del índice de divorcios, muchos jóvenes no creen en matrimonio. Su razonamiento es que, en lugar de casarse y luego sufrir por un divorcio, mejor viven juntos en unión libre. Así, cuando sientan que su relación está muy desgastada, pueden simplemente separarse sin los trámites engorrosos del divorcio. Muchas personas ya piensan de antemano que es probable que su relación no funcione a largo plazo. ¿Por qué? Porque la gente cambia y no confían en que puedan guardar su promesa de amor y fidelidad. Este es un pequeño ejemplo. Por su puesto que hay quienes son fieles a sus matrimonios. Pero, si bien puede que a uno no le aplique este ejemplo, hay otros ejemplos que aplican. No podemos confiar totalmente en los seres humanos por el simple hecho de que somos cambiantes. Solamente Dios es el único que se mantiene fiel y es el mismo hoy, ayer, y por los siglos.

Por tanto, Dios da su sentencia sobre Judá: ellos serían conquistados por naciones extranjeras, y servirían a esas naciones. Este tema lo hemos comentado anteriormente. En el tiempo de Jeremías, la nación que Dios usaría para castigar a Judá sería Babilonia. Por otro lado, este castigo es una constante en el Antiguo Testamento. Dios castigó el pecado de Israel utilizando a los pueblos cananeos, como los filisteos, edomitas, moabitas, entre otros; y a otras súper naciones, como Babilonia, Media, Persia, entre otros. Finalmente, hacia el Nuevo Testamento, Dios utilizó a Grecia y finalmente Roma. En nuestro tiempo, el pueblo de Israel sigue sufriendo sin poder tener paz en su tierra. Israel es constantemente asediado por otras naciones y grupos terroristas. Más allá de lo justo o lo injusto, ciertamente podemos ver que continúan sufriendo por causa de su pecado contra Dios. Debemos orar porque Israel acepte el evangelio. Entonces Dios les dará paz. ¿Por qué pienso esto? Sigamos viendo el pasaje.

Dios les recuerda que él es un Dios misericordioso y amoroso. Castiga a su pueblo por su desobediencia, pero siempre está listo para recibirles si se arrepienten de sus pecados. Dios les dice: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová” (7). Dios les dice que, si el pueblo de Judá pone su confianza en Jehová, regresan a guardar fielmente el día de reposo, y traen los holocaustos a Dios, entonces Dios les dará reposo en la tierra. Dios les dice que Dios les dará nuevamente príncipes y reyes que se sienten en el trono de David.

Yo soy discontinuista en el sentido de que todas las promesas del Antiguo Testamento han sido cumplidas en Cristo. No creo en el dispensacionalismo, en que hay promesas diferentes al pueblo étnico de Israel y a la iglesia. No creo en el continuismo, en el sentido de que hay promesas del Antiguo Testamento pendientes por cumplirse, o que hay gracias del Antiguo Testamento que se manifiestan de una forma diferente en el Nuevo Testamento, pero son una la continuación de la otra (ejem. Circuncisión y bautismo infantil). Pero sí pienso que Dios siempre recuerda a la nación de Israel de una forma especial porque fue el pueblo que él eligió para llevar a cabo su plan de salvación. Por lo tanto, los creyentes ciertamente debemos de entristecernos por el sufrimiento de Israel y orar por la paz en Israel.

Por otro lado, a un nivel más personal, este pasaje es una promesa de Dios para todos los creyentes. Nosotros somos el pueblo de Dios. Aunque no vivimos bajo la ley del Antiguo Testamento, los principios de la ley son los mismos. Esto es porque la ley es buena y nos muestra quién es Dios y qué espera de su pueblo. El autor de Hebreos entendió este principio de la disciplina de Dios, y enseñó a la iglesia que Dios nos disciplina como a hijos: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como hijos. … Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Heb 12:7, 11). Nosotros debemos ser atentos y confiar en el amor de Dios siempre. Debemos saber que Dios no nos castiga porque nos odie. Al contrario, su disciplina es para que podamos crecer y madurar como hombres y mujeres de fe. Y, cuando somos disciplinados, debemos reconocer nuestro pecado y arrepentirnos. Un error fatal es pensar que nosotros hemos hecho todo bien. Lo que estamos diciendo cuando pensamos así es que Dios es injusto, y esto no puede ser. Los injustos somos nosotros, por lo que debemos escudriñar nuestro corazón y reconocer nuestras faltas delante de Dios. Si somos necios en nuestros propios pensamientos, Dios nos castigará duramente. Si somos humildes y reconocemos nuestro pecado, Dios siempre nos perdona y nos restaura.

Señor, ayúdeme a siempre confiar en su amor redentor. Ayúdeme, Señor, a reconocer mi pecado delante de usted. Muchas veces insisto en que yo estoy bien y no quiero comprender por qué soy castigado. Pero, Señor, usted es justo. Usted es el estándar de justicia y de verdad. Perdóneme, Señor, y ayúdeme a corregir mi camino de acuerdo con su verdad.

Una palabra: Confía en el amor de Dios.