Jeremías 48:1-47
Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.
Jeremías 48:10
Las profecías de destrucción a las naciones nos hacen pensar en nuestro propio pecado. Estas profecías son un llamado de atención para que revisemos nuestro pecado y nos arrepintamos de ellos. Dios no deja pasar de largo el pecado. Debemos buscar a Dios reconociendo nuestro pecado y arrepentirnos de nuestros pecados, confiando en el amor y la misericordia de Dios con que nos perdona y nos restaura.
Continuamos con la serie de profecías de destrucción sobre las naciones que constantemente atacaron a Israel. Aunque la maldad de estas naciones fue usada por Dios para castigar a Israel cuando éste no obedeció a Dios, de ninguna manera dejaría Dios pasar de largo la maldad. La maldad es maldad, y Dios castiga la maldad. El instrumento para castigar a las naciones sería Babilonia. Llegaría el día en que Babilonia también sería castigada, pero por el momento, Dios usó a esta nación para castigar a todas las naciones que desobedecieron a Dios, e incluso se burlaron de su santo nombre.
Esta profecía de destrucción sobre Moab era aterradora para los habitantes de esa nación. Dios les advierte que todas sus ciudades serán destruidas, y sus riquezas serían tomadas. Moab confió en que era una nación grande y fuerte. También confió en su ídolo Quemos. Pero Dios les dice que avergonzaría Quemos. Todo aquello en lo que los moabitas confiaron, Dios los destruiría. Este capítulo es largo y detallado con respecto a los detalles. Menciona claramente el nombre de las ciudades de Moab. Repite varias veces que los habitantes morirían o serían tomados como prisioneros. Especialmente repite varias veces el pecado de Moab de confiar en sus riquezas y en su dios Quemos. Es de llamar la atención que es el capítulo más largo de entre las profecías de destrucción sobre las naciones. Solamente la profecía sobre Babilonia es más larga que la de Moab.
En el versículo 10, Dios proclama: “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.” ¿A quién le dice esto Dios? Parece que es instrucción de Dios a los babilonios. Como los babilonios fueron el instrumento de Dios para castigar a Moab, Dios ordena que no tengan compasión. Babilonia debía de destruir a Moab al grado de que, si alguno se detuviera de matar a algún moabita, éste sería maldecido por Dios. Tal era la tragedia de la maldición de Dios sobre el pueblo de Moab.
Pero hay un punto interesante en esta profecía. Mientras que, a algunas naciones, como a los filisteos, no dio ninguna esperanza, sino que el juicio de Dios era de destrucción absoluta, vemos que Moab, y unas pocas naciones en los siguientes capítulos, reciben la esperanza de parte de Dios de que no serán borrados de sobre la faz de la tierra. Dios les da esperanza de que algún día les hará volver a su tierra (47). ¿Por qué Dios da esperanza a Moab, y algunas otras naciones? La profecía contra Moab no nos explica el por qué. Uno pensaría que Moab ha sido tan malvada como Filistea. Cuando leemos la historia de Israel, vemos que Moab no hizo en ningún momento algo bueno como para poder recibir esta clase de bendición. Nuestro Pan Diario de hoy nos hace recordar que Moab, incluso, quiso maldecir a los israelitas mientras caminaban por el desierto (Num 22-25, donde nos cuenta la famosa historia de Balaam y su burro que le salvó de la espada del ángel de Jehová, por lo que Balaam, en lugar de maldecir a Israel como le contrató el rey Balac, bendijo a Israel).
¿Por qué, entonces, Dios da esperanza a Moab? La palabra dice: “en lo postrero de los tiempos”. En la Biblia, “lo postrero de los tiempos” generalmente se refiere al día de la segunda venida del Señor. Sin embargo, no siempre tiene este significado escatológico. El contexto de esta palabra parece indicarnos que es en algún tiempo después de la caída de Babilonia. Esta esperanza que Dios da a Moab sin ninguna razón nos muestra, primero, que Dios es el rey soberano sobre toda la tierra y la historia de la humanidad. Nadie puede reclamarle a Dios cuando él desea mostrar su misericordia. Dios dijo sobre sí mismo: “y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente par con el que seré clemente” (Ex 33:19). ¿Quién puede quejarse y discutirle a Dios? Nadie puede. Lo único que podemos hacer, y debemos hacer, es alabarle con un corazón de agradecimiento por sus muchas misericordias.
Segundo, esta esperanza dada a Moab es gran esperanza para Israel, y para nosotros. ¿En qué manera es esperanza para Israel? Pareciera que es contradictorio el hecho de que la esperanza dada a los enemigos de Israel sea un mensaje de gran esperanza para Israel. Uno quisiera siempre que Dios destruyera a los enemigos como si aplastara insectos con su pie. Pero esta idea sale solamente del sentimiento de venganza contra aquellos que hacen mal a uno. Sin embargo, si nos detenemos a pensar que Dios da esperanza de restauración a Moab quien fue enemigo de Dios ¿cuánto más Dios no tendría misericordia de Israel que es su nación escogida? El hecho de que Dios perdone a una nación tan malvada como Moab debería haber animado a Israel de que ellos también serían perdonados y restaurados, como Dios les ha prometido.
Y este mensaje es también un mensaje de esperanza para nosotros. Nosotros fuimos enemigos de Dios en un tiempo por causa de nuestros muchos pecados, por causa de nuestra rebeldía y desobediencia hacia la voluntad de Dios. Pero si Dios da esperanza de restauración a una nación gentil como Moab significa que nosotros también podemos ser restaurados. Dios no nos ha predestinado a destrucción, sino que los electos tenemos esperanza de la vida eterna. Y la elección de Dios no es algo que podamos alegarle a Dios, ni tampoco podemos señalar a Dios como injusto por elegir a unos y no a otros. La elección de Dios es totalmente su soberanía bajo su gracia infinita. Somos salvos solamente por gracia por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, cuando leemos este último versículo de la profecía contra Moab, debemos dar gracias a Dios que, bajo su gracia, no nos destruye, sino que da esperanza para quienes él quiere. Por eso, debemos buscar a Dios con un corazón arrepentido y llenos de agradecimiento por su amor infinito hacia nosotros.
Señor, gracias por su amor y su misericordia. Gracias por la esperanza que me da a través de morir en la cruz en mi lugar. Así, sé que puedo llevar a usted todos mis pecados con confianza de que seré perdonado, porque usted tomó mi lugar para que yo recibiera vida. Realmente no soy digno de recibir su amor y su misericordia por causa de mis muchos pecados y mi rebeldía contra usted. Aun cuando mi espíritu me dice que no haga el mal, muchas veces elijo escuchar a los deseos carnales y peco contra usted. Guarde mi mente y mi corazón para que en todo solamente glorifique su santo nombre. Le pido que perdone mis pecados y mis debilidades, y que me fortalezca para caminar conforme a su corazón.
Una palabra: Arrepiéntete y busca a Dios.