Jesús es la resurrección y la vida

Juan 11:17-27

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Juan 11:25

La palabra de hoy es uno de los siete “Yo soy” en el evangelio de Juan. Jesús declara que él es la resurrección y la vida. No hay otro camino para la resurrección y la vida más que a través de Jesús. Nuestra fe debe de estar puesta solamente en Jesús, en ninguna otra cosa más. La Biblia nos enseña que somos salvos solamente por gracia en la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Jesús llegó intencionalmente tarde a Betania. Lázaro ya había sido puesto en la tumba. Cuando llegó, Marta salió a su encuentro y le reprochó un poco que hubiera llegado tarde. Ella le dijo que, si Jesús hubiera llegado un poco más temprano, su hermano no habría muerto. Las palabras de Marta tenían un poco de razón. Jesús pudo haber evitado que Lázaro muriera. Pero Jesús tenía un propósito más grande que el de solamente permitir que Lázaro viviera. Jesús quería sembrar la fe de la resurrección en las hermanas, y también en sus discípulos.

Marta no estaba enojada cuando le reprochó. Aunque sí estaba un poco dolida, había encontrado paz en saber que Jesús fue. Ella dice que, a través de ver a Jesús, pudo ver que Dios siempre escucha las oraciones. Ella pidió que Jesús fuera, y allí estaba. Aunque esa actitud es buena, Jesús quería que su fe fuera mayor. Jesús quiso enseñarle el poder de la resurrección. Por esto, él le aseguró: “Tu hermano resucitará”. Marta tomó estas palabras como la resurrección en los últimos días. Contrario a los saduceos que no creían en la resurrección, la escuela de los fariseos creía en la resurrección de los muertos en el fin de los días. Según su punto de vista escatológico, Dios establecería su reino por siempre a través del Mesías. En ese día, todos los judíos regresarían a la vida para disfrutar del reino mesiánico. Marta estaba pensando en esta resurrección. Pero la resurrección que Marta esperaba era mayor a la de los fariseos. Marta creía que Jesús era el Mesías, el Cristo. Por lo tanto, mientras que los fariseos veían esa resurrección lejos, porque el Mesías todavía no había venido, para Marta la resurrección de los muertos estaba cerca, pues Jesús, el Cristo, estaba aquí.

Sin embargo, Jesús quiso enseñarle una fe mucho más profunda a Marta. Jesús no quiso que Marta piense solamente en la resurrección de todos los judíos en el reino mesiánico de Jesús. Jesús quiso que ella supiera que solamente en Jesús está la resurrección y la vida. Marta confesó que Jesús es el Cristo, y creyó en el poder de la resurrección de Jesús.

Pero esto nos hace preguntar ¿significa que, si creemos en Jesús, nuestros muertos resucitaran hoy mismo? Creo que no es así. Muchos hemos perdido a seres queridos, familiares y amigos. A demás, el destino de todos los hombres en este mundo presente es morir. ¿Qué significa, entonces, que Jesús es la resurrección y la vida? ¿Qué significa que “aunque esté muerto, vivirá”?

El próximo pasaje es sobre la resurrección de Lázaro. Pero antes de entrar en la resurrección de Lázaro, era importante sembrar la fe de resurrección. Y esta fe de resurrección no es una resurrección física en este mundo presente. Aunque Lázaro resucitó, él moriría otra vez eventualmente. Jesús no prometió la vida eterna en esta tierra. Su promesa está en el reino de los cielos. Toda la historia bíblica nos enseña que perdimos el reino de los cielos por causa de nuestro pecado, pero Dios, en su gracia y su misericordia y su amor, nos abre el camino para regresar a su reino a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

La resurrección y la vida es una cuestión espiritual. La resurrección física puede ser de provecho para consolación de los que estamos en este mundo. Pero, tarde o temprano, esa persona morirá nuevamente. Sin embargo, aquellos que vivimos en Cristo, hemos muerto a nuestros pecados junto con el Señor en la cruz, y hemos resucitado juntamente con él para una nueva vida. Esta nueva vida es una vida en el Espíritu Santo. En lugar de ser dominados por el pecado, ahora somos guiados y fortalecidos por Dios en Jesús por medio de su Espíritu Santo quien mora en nosotros. El que Jesús sea la resurrección y la vida es una gran esperanza para los cristianos. Ahora sabemos que, aunque haya dificultades y persecuciones en este mundo, nuestra vida no acaba aquí, sino que nos espera un mejor lugar, el reino de Dios. Por eso podemos decir junto con el apóstol Pablo que queremos experimentar a Cristo en su sufrimiento y su muerte, e incluso su resurrección. Esto no quiere decir que Dios no vaya a volver a resucitar a ninguna persona. Dios no está obligado a nada ni limitado por nada. Dios mostrará su misericordia a quien él tiene misericordia. Lo que es cierto es que nuestra fe no depende de ver estos milagros sobrenaturales. Nuestra fe está basada en Cristo con la esperanza en el reino de Dios.

Jesús quería que Marta tuviera fe de resurrección en Jesús, no en las tradiciones judías. Aunque la interpretación de los fariseos sobre el fin de los días no estaba tan lejos de la verdad bíblica, les faltaba la fe en Jesús. Ellos erraron al no reconocer a Jesús como el Cristo. Jesús es Dios el Hijo que se volvió el Hijo de Dios para salvar a todo aquel que cree en él y confiesa que Jesús es el Señor.

Señor, ayúdeme a tener fe en usted. Usted es la resurrección y la vida. Solamente por medio de usted es que podemos tener esperanza en la vida eterna. A veces, Señor, confío en mí mismo en lugar de confiar en usted. Muchas veces llego a pensar que puedo servir su obra porque he sido cristiano durante tanto tiempo, y he estudiado la Biblia toda mi vida. Llego a pensar, Señor, que tomaré las decisiones correctas en automático, simplemente porque he servido como líder en la iglesia gran parte de mi vida. Pero, Señor, nada puedo hacer yo si usted no está conmigo. Ayúdeme a ser humilde, y a recordar siempre que debo tener fe en usted.

Especialmente hoy le pido que me ayude a aprender más profundamente que usted es la resurrección y la vida. Le pido que pueda servir su obra y proclamar el evangelio sin temor, sabiendo que mi esperanza está en el reino de los cielos. Hay veces que me acobardo, Señor, pensando en que no sabré responder bien, o que pierdo mi tiempo porque no escucharán el mensaje del evangelio. Pero todo esto son excusas, Señor. Todo esto es porque no tengo fe verdadera en la resurrección. Estoy poniendo mi fe en mí mismo, en mi orgullo que no quiere ser quebrado, y mis deseos pecaminosos que quieren hacer otra cosa en lugar de servir el evangelio. Le pido, Señor, que pueda desafiar al mundo con el evangelio con la fe de resurrección.

Una palabra: Solamente en Jesús puedo vivir con fe en la resurrección.

Jesús es la puerta

Juan 10:1-10

Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

Juan 10:9

El apóstol Pedro, en su defensa ante el Sanedrín, proclamó, diciendo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). La Biblia nos enseña constantemente que solamente podemos ser salvos en nuestro Señor Jesucristo. En la palabra del Pan Diario de hoy, el Señor nos enseña de su propia boca esta verdad. Él es la puerta por al que las ovejas pueden entrar y tener vida. Otras puertas llevan a la destrucción. Nuestro Señor es nuestro buen pastor quien nos llama a cada uno de nosotros por nombre.

A diferencia de las ovejas salvajes, las ovejas domésticas son animales muy dependientes de los seres humanos. Hay muy poco que puedan hacer por ellas mismas. Sin un pastor que las guíe, no pueden ni siquiera buscar lugares para poder comer. Con facilidad caen en hoyos y barrancos. Por esto, son presa fácil de depredadores. Ellas necesitan de ser guiadas por el pastor hacia pastos verdes, y luego ser regresadas por el pastor al redil donde puedan estar protegidas de animales feroces. Pero aún en el redil están libres de peligro. Los ladrones se saltan el redil para tratar de robar a las ovejas. Por lo tanto, los pastores deben estar vigilantes durante la noche.

El Señor describió una situación que parecía muy obvia. Cualquier persona en aquel tiempo sabía de los peligros que las ovejas enfrentaban. No era necesario ser pastor para saberlo. Aunque no fueran granjeros ni pastores, era una de esas cosas que la gente sabía porque era un oficio muy común. Pero el Señor, al contar esa descripción, también quiso guiar y, a la vez, advertir a las personas sobre las decisiones de su vida. Las personas siempre tenemos la opción de entrar por la puerta, quien es Jesús, o no entrar. El resultado de entrar es que tendremos vida en abundancia. Quienes no entran por la puerta de Jesús se quedarán expuestas a todos los peligros, por lo que serán destruidos.

Pero hay una cosa muy importante en esta historia. Jesús también se comparó con el buen pastor. Y dice que dos cosas sobre la relación del pastor y sus ovejas. Primero, las ovejas escuchan la voz de su pastor y le siguen, pero no escuchan la voz de los extraños. Segundo, el buen pastor da su vida por las ovejas.

Lo primero nos hace pensar en que la expiación es limitada a las ovejas que pertenecen al redil del Señor. La salvación es solamente por gracia por la fe en nuestro Señor Jesucristo. Es un don que Dios nos da. Dios no está de ninguna manera obligado a salvar a nadie, puesto que todos pecamos contra él. Lo único que nosotros merecemos es la muerte y la destrucción. Pero en su gracia, Dios eligió a unos para que sean salvos. A éstos los elige Dios conforme a su gracia y su soberanía exclusiva. No es por mérito de las personas. Nadie, ni una persona, viene a este mundo con el derecho ganado de ser salvo. Dios predestinó a algunos para salvación. Éstos que Dios predestinó, son ovejas del Señor que escuchan su voz y le siguen.

Ahora, no sabemos a quiénes Dios predestinó para salvación. Por lo tanto, no podemos juzgar a otros. Puede haber gente que a nuestros ojos parecen buenas personas, pero no son contados entre las ovejas del Señor. Puede haber gente que parece totalmente perdida, pero que son contados entre las ovejas del Señor. Por lo tanto, no es nuestro lugar juzgar a las personas, sino amarlas a todos y servirles con humildad y amor. Y en lo que debemos prestar más atención es en nosotros mismos. En lugar de pensar si otros están haciendo bien o mal, debemos mirar y examinar si nosotros mismos estamos haciendo bien o mal. Si creemos en el Señor, debemos perseverar en guardar nuestra fe.

En cuanto a lo segundo, podemos entender también que la expiación es limitada. Nuestro Señor Jesús murió por sus ovejas. No murió por todas las ovejas de todos los rediles en el mundo, sino por sus ovejas. Sin lugar a duda, aquellos que somos elegidos para ser ovejas del redil del Señor recibimos gran gracia. El mundo no entiende esta gracia porque no son ovejas del Señor. Los fariseos no entendieron las palabras del Señor porque ellos no pertenecían al redil de Jesús.

Gracias, Señor, por dar su vida por las ovejas de su redil. Señor, ayúdeme a perseverar en la santidad. Guíeme, Señor, para que escuche su voz y pueda entrar por su puerta. Sin lugar a duda, solamente hay salvación en usted. El mundo solamente lleva a la destrucción. Oro, Señor, que pueda ser usado para encontrar a su remanente en el mundo. Quite de mí todo juicio y prejuicio hacia otros. Más bien, ayúdeme a amarlos y servirles. No sé, Señor, a quiénes ha elegido usted. Ese es un misterio que hace que la misión de evangelización sea tan bella. Al no saber a quiénes eligió usted, nosotros estamos llamados a servir a todas las personas que usted pone en nuestras vidas con amor y humildad. Ayúdeme a amar a todos y a servir con humildad a las personas que usted ha puesto en mi vida.

Una palabra: Nuestro Señor Jesús es nuestro buen pastor y nuestra puerta que nos lleva a la vida eterna.

Estaba ciego, pero ahora veo

Juan 9:8-41

Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

Juan 9:25

Las personas más difíciles de convencer sobre alguna cosa son aquellas que están convencidos de lo contrario a lo que les decimos. Cuando tenemos una convicción clara sobre algo, no hay manera de que nos hagan caer. Cuando nosotros tenemos convicción de quién es Jesús, no hay algo que nos pueda hacer cambiar.

El ciego que recibió la vista tuvo certeza de que Jesús le dio la vista. Su testimonio fue claro: antes era ciego y ahora veía. No había manera de discutir este hecho. El ciego todavía no sabía con profundidad quién era Jesús. Sin embargo, tenía seguridad de que Jesús le hizo ver. Cuando los fariseos insistían en que Jesús era un hombre pecador, el que había sido ciego declaró que él no sabía de eso. Solamente sabía que antes no veía y ahora veía. Pero este hecho también le hizo tener convicción de que Jesús no podía ser un hombre cualquiera, mucho menos un pecador como los fariseos insinuaban. Su experiencia del poder de Jesús le hizo reconocer que, por lo menos, Jesús sería un hombre de Dios, un profeta.

Cuando los fariseos vieron que no había manera de convencer a este hombre, lo echaron de la sinagoga. Ahora, este hecho era una situación difícil para cualquier persona. Incluso los padres del hombre tuvieron miedo de ser echados de la sinagoga, por lo que no pudieron estar firmes contra los fariseos. Ser expulsado de la sinagoga en la cultura judía significaba ser cortado de la sociedad. Esta gente era declarada como pecadores públicos, al grado de los cobradores de impuestos y las rameras. Por lo tanto, nadie quería ser expulsado de la sinagoga. El hombre que había sido ciego tuvo la valentía para enfrentar a los fariseos, pero tuvo que sufrir una dura consecuencia.

Sin embargo, Jesús no abandonó a este hombre a su suerte. Jesús fue a buscarle y le ayudó a poder reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo. Así, el hombre creyó y confesó que Jesús es el Señor. Aunque este hombre fue expulsado de la sinagoga y cortado de la sociedad, fue recibido como hijo de Dios al reconocer a Jesús como el Señor y adorarle.

Los fariseos pensaron que ellos no eran ciegos. Esto los llevó a que fueran ciegos espiritualmente. Ellos tenían a Jesús frente a sus ojos, pero no podían reconocerle como el Señor, como el Mesías. Lo importante no es la condición física, sino la condición espiritual. Cuando experimentamos a Jesús en nuestras vidas, no importa la condición física en la que nos encontramos, podemos reconocerle como nuestro Señor. Entonces, aunque vengan a decirnos lo que quiera que quieran sobre Jesús, no nos podrán convencer de otra cosa. Cuando tenemos un testimonio claro, aunque no sepamos cómo explicar las cosas, siempre podemos decir: “Eso no lo sé. Pero una cosa sé: que era ciego espiritualmente pero ahora veo”.

Recordemos las muchas cosas que nuestro Señor Jesús ha hecho en nuestras vidas. Recordar todas estas cosas nos hace ser fuertes ante las adversidades. Dios también mandó al pueblo de Israel a recordar todas las grandes cosas que él había hecho por ellos. Especialmente, Dios les hizo recordar constantemente cómo los liberó de Egipto a través de su mano fuerte. Pero el pueblo de Israel fracasó al olvidar lo que Dios hizo por ellos e ir tras ídolos extraños que tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen oídos, pero no oyen; tienen manos, pero no pueden hacer nada; y tienen pies, pero no se pueden mover. Nosotros debemos recordar siempre, y no olvidar, todo lo que el Señor ha hecho por nosotros.

Yo, aunque soy hijo de misionero, cometí muchos pecados en mi vida. Tantos pecados que un día tenía la decisión firme de salir de la casa y abandonar la iglesia por la vergüenza que sentía. Pero fue en ese tiempo en que mi Señor se acercó a mí y me tomó de la mano para levantarme. Me hizo recordar que él no me condena, sino que me perdona. Para eso vino él al mundo, para morir por mis pecados en la cruz para perdón de mis pecados y reconciliarme con mi Dios. ¿Y qué más podía hacer yo en ese momento más que aceptar su amor de perdón? Si algo sé que ha hecho mi Señor por mi es el buscarme en cada momento para recordarme que, si vuelvo a él con un corazón contrito y quebrantado, él me acepta, me perdona, y me restaura.

Señor, yo sé que usted es el Cristo. Gracias, Señor, por venir al mundo a morir en la cruz en mi lugar para perdón de mis pecados. Oro, Señor, que me guarde y me guíe para recordar siempre su gracia infinita y su amor incomprensible con el que me ama. Ayúdeme, Señor, a que recordando todo lo que usted ha hecho por mí, puedo yo vencer las tentaciones del mundo, y pueda testificar sin temor que usted es el Cristo y el Señor.

Una palabra: testifica claramente que Jesús es el Hijo de Dios.