Jesús murió y fue enterrado

Lucas 23:44-56

Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

Lucas 23:46

El credo apostólico confiesa que el Señor “fue crucificado, muerto, y enterrado. Descendió a la muerte.”[1] Cualquier iglesia que se identifique verdaderos cristianos debe confesar esta verdad que fue declarado según la enseñanza de los apóstoles. El credo apostólico no es todo el evangelio, pero sí es un extracto de lo más básico de la fe cristiana. Esto es, porque si Cristo no murió, entonces nosotros no podemos ser salvos.

El texto de hoy nos narra la muerte de nuestro Señor en la cruz. Jesús exclamó con gran dolor porque, en la cruz, él llevó todos los pecados de los hombres. Era la hora novena cuando Jesús murió. Esto es, tres de la tarde para nuestro sistema de horario moderno. A esa hora debería hacer mucho sol, pero ante la muerte de Dios el Hijo quien encarnó, Dios mostró su gran tristeza, por lo que oscureció el sol. Pero, por otro lado, también rasgó el velo del templo por la mitad. El velo separaba el lugar santo del lugar santísimo. En el lugar santísimo solamente el sumo sacerdote podía entrar una vez al año, en la celebración del día de expiación (Yom Kipur), para expiar los pecados de su pueblo. Pero el que el velo se hubiera rasgado significó que ya no era necesario ese velo de separación. La expiación fue hecha una vez y para siempre a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. El autor de Hebreos nos enseñó que Cristo es el sumo sacerdote perfecto que expió nuestros pecados por su propia sangre y abrió este velo, por lo cual podemos acercarnos a Dios con un corazón sincero (Heb 9-10).

Este hecho fue visto por el centurión a cargo de la crucifixión de Jesús. Éste hombre gentil, al ver la muerte de Jesús y los fenómenos naturales que sucedieron, no tuvo de otra más que reconocer que: “Verdaderamente este hombre era justo”. Un gentil confesó la inocencia de Jesús. Con esto se mostró que Jesús, siendo justo, murió en lugar de los pecadores.

Finalmente, Jesús fue sepultado. A la muerte de Jesús, los discípulos que le seguían en secreto tuvieron valor para hacerse presentes. Este fue el caso de José de Arimatea. Él pidió el cuerpo de Jesús, y lo puso en un sepulcro nuevo en una peña.

Gracias, Señor, por venir al mundo a morir por mis pecados. Realmente yo merezco ser juzgado por mis maldades. Mis pecados tal vez no siempre se manifiesten exteriormente. Obedezco la ley de donde vivo, trato de no tener problemas con nadie, y de lo posible quiero ayudar a aquellos que están en necesidad. Trato de servir bien a mi familia en lo que me necesiten. Pero, Señor, usted no solamente ve lo exterior. Usted conoce mi interior. Conoce todo mi sucio pecado de quejas, críticas, envidias, holgazanería, glotonería, etc. Si no fuera por su gracia y por su amor, estaría perdido. No habría otra sentencia justa más que la muerte eterna. Pero, Señor, usted murió por mí. Por causa de su sangre derramada en la cruz es que soy considerado como uno de los justos. No por mi justicia propia, porque no hay justicia en mí; sino por causa de la justicia imputada en mí por su justicia, Señor.

Le alabo y le agradezco por esta gracia y este gran amor. Señor, úseme como instrumento suyo para gloria de su nombre. Úseme, Señor, para llevar este evangelio de salvación a las personas que no han oído de su palabra; o tal vez sí la han oído, pero necesitan a alguien que les ayude a acercarse a usted.

Una palabra: Gracias, Señor, por morir en la cruz en mi lugar.


[1] Traducción mía del texto en griego: “σταυρωθέντα, θανόντα, καὶ ταφέντα, κατελθόντα εἰς τὰ κατώτατα”. La declaración de descender a entre los muertos ha causado discusión. Yo sigo la tradición de la iglesia que ha mantenido esta declaración. Sin embargo, difiero de la traducción más conocida: “Descendió al infierno”. En varias tradiciones traducen en inglés: “He descended to the death”, algo como “Descendió a la muerte”. La palabra katotata (κατώτατα) se traduce literalmente como “a lo bajo”. Los traductores al latín infirieron que se referiría al infierno (descendit ad inferos – descendió al infierno) lo cual me parece una inferencia errónea. Probablemente esta declaración tiene como referencia 1 Pedro 3:19, pero deberíamos discutir si “predicar a los espíritus encarcelados” se refiere a los espíritus en el infierno. Otra vez, me parece que este pasaje haga referencia al infierno per sé. Y Hechos 2:14-42, Pedro dice en su primer discurso que Cristo descendió al Hades, pero Dios no permitió que su alma se quedara allí. Aquí habrá que hacer nota de que, en el griego, “Hades” no se refiere a infierno, sino es el lugar donde todos los muertos van. Salmo 16:10, que es lo que Pedro cita, dice en hebreo “Seol”, el cual tampoco es el infierno sino el lugar donde están todos los muertos.

Grito de alegría

Salmo 100:1-5

          Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

Salmo 100:3

Recuerdo una historia de cuando estaba en la secundaria. Un hombre fue con un grupo a cazar a África. El hombre tenía un siervo al que le apodaban “Gracias-a-Dios” porque por todo decía: “Gracias a Dios”. Un día que salieron a cazar un león se apareció. Todos salieron corriendo del susto. El hombre también salió corriendo, y del susto soltó su rifle, el cual se disparó e hirió el pie de Gracias-a-Dios. Pero el hombre siguió corriendo, dejando a su siervo atrás. Por varios días el hombre estuvo triste, preocupado, y apenado por dejar a su siervo a la merced del león. Todos los días enviaba a otros siervos a que buscaran a Gracias-a-Dios, pero nadie lo hallaba. Cuando estaba por cumplirse una semana, uno de los vigilantes gritó que una persona venía al campamento. Cuando salieron a ver quién era, era nada más ni nada menos Gracias-a-Dios. Estaba caminando, cojeando, pero su herida había sido tratada. Todos le preguntaron cómo estaba y cómo era que había regresado al campamento. Gracias-a-Dios les dijo: “¡Gracias a Dios! Él me acompañó y me bendijo todo el tiempo”. El hombre, el señor de Gracias-a-Dios, le preguntó: “Pero ¿cómo? Me alegra mucho que estés bien, pero ¿qué fue lo que pasó?” Gracias-a-Dios explicó: “Gracias a Dios. Cuando el león nos tomó por sorpresa, y tenía mi pie herido, gracias a Dios salieron nativos que ahuyentaron al león”. “Oh ¡Gracias a Dios!” exclamaron todos lo que lo estaban escuchando. Y Gracias-a-Dios continuó: “Pero resulta que esos hombres eran caníbales.” “¡Oh no!” se angustiaron. El señor le dijo: “¿Y cómo escapaste de ellos? ¿Y cómo es que tu pie está tratado?” Gracias-a-Dios siguió contando su historia: “¡Gracias a Dios usted me disparó en el pie!” Todos estaban confundidos. “Esos caníbales solamente comen humanos sin ningún tipo de heridas. Así que, cuando vieron mi herida, no me mataron. Al contrario, gracias a Dios, me curaron la herida y cuando pude caminar un poco me dejaron ir. Así, gracias a Dios, he llegado aquí sano y salvo. De no haber sido porque mi señor me disparó en el pie, quién sabe si el león me hubiera alcanzado y devorado, o si los caníbales habrían salido, y al ver que estaba sano, me hubieran comido. ¡Todo fue gracias a Dios!”.

En la palabra de hoy, el salmista invita a todos a cantar con alegría a Dios con actitud de gracias. Este salmo declara quién es Dios. Él es Dios creador, y es el pastor de su pueblo. Muchas culturas del antiguo medio oriente consideraban que los reyes buenos era pastores para su pueblo. Ser pastor para su pueblo significaba que les cuidaría de todo tipo de peligro, como lo hacen los pastores con sus ovejas. Por lo tanto, el pueblo podía descansar en paz sin ningún tipo de preocupación. También, los pastores no eran tiranos sino eran amables y amorosos con sus ovejas. Así, un rey-pastor era uno que gobernaba con bondad y buscando siempre el beneficio de su pueblo. El salmista les recuerda a las personas que Dios es esta clase de rey.

Dios es nuestro buen pastor. Jesús mismo lo declaró, diciendo: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10:14). Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a él. Y conocemos que nuestro Señor es el buen pastor porque él dio su propia vida para salvar las nuestras. ¿Por qué daría su vida por nosotros si no es para asegurarnos paz y gozo verdaderos?

Probablemente este salmo se cantaba al momento de entrar en el templo (4). Quienes van a la presencia de Dios deben tener una actitud de gratitud y alabanza a Dios. Sí, muchas veces tenemos dificultades en nuestras vidas y queremos contarle a Dios sobre nuestros problemas. Esto es totalmente justificado, porque Dios quiere que vayamos a él en oración en todo momento. Pero también quiere que tengamos una actitud de alabanza y gratitud ante él. Cuando estudiamos la Oración del Señor, esta oración es una plantilla, un modelo, de nuestras oraciones. El Señor enseñó que primero reconozcamos quién es Dios (nuestro Padre que está en los cielos), luego que le alabemos (santificar el nombre de Dios y buscar su voluntad), y después pedir por nuestras necesidades (que nos de el pan de cada día, nos perdone nuestros pecados, y nos libre del mal), y cerramos nuevamente con alabanza a Dios (de Dios es el reino, el poder, y la gloria para siempre).[1]

El salmo termina con una nueva alabanza a Dios. Él es bueno, y su misericordia y verdad son eternas. Aquí, la palabra “misericordia” es jesed en hebreo. Esta palabra, jesed, es una palabra complicada de traducir. Se tradujo como “misericordia” porque había que traducirlo de alguna manera. Pero si miramos otras traducciones, dicen: “gran amor” (NBV, NVI), “amor inagotable” (NTV), “amor” (DHH, TLA), “fiel amor” (PDT), “bondad” (BLP). Ponga todas estas ideas en una palabra y obtendrá jesed. El que el jesed de Dios sea para siempre es de gran bendición para nosotros. Por cause del jesed de Dios es que nos envió a nuestro Señor Jesucristo para que tomara nuestro lugar en la cruz y nosotros pudiéramos ser salvos. En toda situación debemos alabar a Dios y dar gracias a Dios. Este es uno de los temas importantes de la Biblia.

Señor, muchas veces olvido alabar su nombre y glorificarle porque solamente estoy pensando en mis propios problemas y en mis necesidades. Gracias por darme esta palabra el día de hoy. Me hace recordar que mi corazón debe estar lleno de alabanza y agradecimiento a su nombre antes que cualquier cosa, y terminar con alabanza y agradecimiento por su eterno amor misericordioso.

En este tiempo del Día de Acción de Gracias en EUA, oro, Señor, que me ayude a meditar en la gracia de su amor con una actitud humilde y de agradecimiento. Quiero glorificarle a usted todos los días de mi vida.

Una palabra: Tener siempre actitud de alabanza y agradecimiento a Dios.


[1] Es cierto que Lucas no lo dice, y que, en Mateo, el texto: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” no se encuentra en todas las copias encontradas. Si esta frase no es parte del texto original, yo no lo sé. Tal vez los descubrimientos de las copias hasta ahora encontradas así parecen indicarlo. Pero existe la posibilidad de que en el futuro se encuentren otro conjunto de copias que indiquen lo contrario. Mientras que son peras o son manzanas, lo que sé es que el quitar esta frase no afecta teológicamente la enseñanza de Jesús; y agregarla solamente da más soporte. Tradicionalmente se ha tomado como como parte de la oración del Señor, y si fuera que esta frase no es parte del texto original, tampoco me parece erróneo que terminemos nuestras oraciones siempre glorificando a Dios.

Jesús fue juzgado y condenado por mi

Lucas 23:1-25

y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Lucas 23:25

Señor, ¿hasta dónde soportará el pecado de los hombres? Porque muchas veces cuando peco, no peco poquito, sino que fácilmente me dejo llevar por mis deseos pecaminosos. Señor, si bien no he llegado a cometer crímenes, pecado es pecado delante de usted.

Jesús fue sentenciado rápidamente por el sanedrín. Ellos habían acordado de qué acusar a Jesús la noche anterior en un juicio ilegal. En la mañana simplemente le dieron formalidad para poder entregarlo a las autoridades romanas. Así, Jesús fue entregado a Pilato, quien era gobernador de Judea en aquel tiempo. Pero Pilato, después de interrogar a Jesús, no encontró ninguna culpa. Entonces, al saber que Jesús era galileo y que Herodes estaba en Jerusalén en aquel tiempo, Pilato envió a Jesús a Herodes. Nos dice Lucas que Herodes llevaba tiempo queriendo ver a Jesús. Por su puesto, él no estaba interesado en quién era Jesús, sino que quería ver algún milagro. En otras palabras, Herodes vio a Jesús como si fuera un mago de circo. Pero como no pudo sacarle nada a Jesús, lo envió de vuelta a Pilato. Así, Pilato concluyó que Jesús era inocente. Esto lo sabía desde la primera vez que lo interrogó. Él sabía que Jesus le había sido entregado solamente por los celos de los líderes religiosos.

Pilato no era un hombre tonto. Llegó a ser gobernador de Judea por roces con Roma, algo que él no quería; pero para nada era un hombre tonto. Y esto es importante para entender por qué Pilato quiso tanto negociar con los líderes religiosos. La manera de poder irse de Judea era a través de no crear un alboroto que pudiera seguir generando más asperezas con Roma. Por esta cobardía de Pilato, Jesús fue condenado a muerte. Sí, Pilato intentó soltara a Jesús a través de la tradición de soltar a un criminal durante la fiesta de la pascua. Generalmente la gente pedía caudillos; líderes de algún tipo de movimiento judío que hubiera sido arrestado por puros fines políticos. Pero en esta ocasión, la gente fue incitada a pedir a Barrabás. Éste, nos cuenta Lucas, era un conspirador y homicida.

Los líderes religiosos fallaron al no poder controlar sus celos contra Jesús. Y al no poder dominar su pecado, éste los llevó a conspirar a matar a un hombre inocente. Estuvieron dispuestos a violar todas las leyes que se suponía ellos protegían celosamente. Pero mostraron que lo que les importaba era su ego, no la ley de Dios.

Pilato falló al no poder proteger a un hombre inocente. Pilato, sabiendo la inocencia de Jesús, quiso pasar la responsabilidad a otros. Quiso ver si Herodes podía encontrar algo de qué acusar a Jesús. Quiso ver si podía negociar con los líderes religiosos ofreciéndoles que azotaría a Jesús, pero que aceptaran el dejarlo ir libremente. Aún intentó utilizar la costumbre de soltar a un criminal en las festividades nacionales. Pero nada le funcionó. No pudo ser defensor de la verdad, por lo que terminó siendo un esclavo de la injusticia.

El pueblo falló por no poder reconocer a su rey. Esta misma gente, la semana anterior, cuando Jesús entró a Jerusalén montado en un pollino, gritaron: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” Pero ahora se dejaron manipular por los líderes religiosos para gritar: “¡Crucifícale, crucifícale!” Esta gente tenía mentalidad de masas; fueron guiados por sus emociones y el tumulto de la gente. Por esto, ellos no pudieron ver quién era Jesús verdaderamente y honrarle como él se merecía.

Finalmente, Jesús fue tratado como un malhechor. Jesús fue rechazado por su propio pueblo, quien eligió a un homicida por encima de su rey. Pero esto era necesario para que toda la palabra de Dios fuera cumplida. Jesús tomó nuestro lugar, y esta fotografía muestra la gravedad del pecado. Cuando uno peca llega a ser el ser más vil. Pero para que nosotros no tengamos que sufrir esa humillación y todos los dolores que conlleva el pecado, Jesús se puso en nuestro lugar.

Señor, muchas veces soy como los líderes religiosos. Según yo soy un defensor de la palabra de Dios. Pero al enorgullecerme, caigo en muchos pecados, y es como si le estuviera maltratando a usted de manera ilegítima. Muchas veces soy como Pilato. Sé qué es lo correcto y qué es lo incorrecto, pero en lugar de armarme de valor y defender la verdad, caigo en cobardía y hago lo que es incorrecto. Muchas veces sé que mis pensamientos o mis deseos son pecado, y conscientemente debato conmigo; pero al no luchar con oración, termino negociando con mis deseos pecaminosos y sucumbo a su deseo. Muchas veces soy como el pueblo. Un día estoy alabando su nombre, y otro día estoy sumergido en mis deseos pecaminosos. ¡Y qué digo un día y otro día! ¡Muchas veces es de un minuto a otro!

Señor, tenga misericordia de mí. Le agradezco que haya venido al mundo para tomar mi lugar y sufrir todo lo que debía yo de sufrir. Por favor, perdone mi pecado y ayúdeme a vivir delante de usted. Quite de mí a mi actitud de líder religioso, de Pilato, y del pueblo, y pueda yo vivir rectamente para gloria de su nombre. Ayúdeme a luchar en oración como usted lo hizo, y que me mantenga firme en su palabra a través del poder y la guía del Espíritu Santo.

Una palabra: Gracias Señor por sufrir en mi lugar las humillaciones y dolores que causa el pecado.