Juan 11:28-44
“Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.”
Juan 11:36
Dios es amor y toda la Biblia nos cuenta sobre su amor. En el pasaje de hoy podemos ver, una vez más, cuánto nos amó nuestro Señor. Él dio su vida para que nosotros pudiéramos tener vida eterna en él.
Continuando con la historia de Lázaro, Marta fue a llamar a su hermana María. Jesús se quedó fuera de la ciudad, donde había hablado con Marta. Cuando María llegó con Jesús, sus palabras fueron iguales a las de Marta en su reproche porque Jesús no había llegado pronto para que su hermano no muriera.
Mucha gente había seguido a María pensando que ella iba a llorar al sepulcro. Jesús vio a María y a la multitud que lloraba por Lázaro. Era natural que lloraran por él. Al mirar a todos ellos, Jesús mismo se conmovió y lloró. La gente se dividió entre los que pesaron en cuánto amó Jesús a Lázaro, y los que criticaron a Jesús por no haber venido pronto para que Lázaro no muriera.
Pero ¿por qué lloró Jesús? Algunos piensan que lloró porque simpatizó con el dolor y la tristeza de las hermanas y la multitud. Ciertamente Jesús conoce y comprende nuestros dolores y tristezas. El autor de Hebreos conoció este aspecto amoroso de nuestro Señor, y dijo: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15). Una de las razones por la que el Señor, siendo Dios el Hijo, encarnó y vino a este mundo fue para sufrir con nosotros y por nosotros, y llevar en él todo el peso de quebrar la ley, esto es, la muerte.
Sin embargo, éste no parece ser el caso en este pasaje. La palabra en griego usada aquí para “se estremeció” es enebrimesato (ἐνεβριμήσατο). Este verbo se refiere a un sentimiento profundo de desagrado y de rechazo. ¿Entonces significa que Jesús le desagradaba ver a las personas que estaban llorando en el funeral? Por su puesto que no. Mas bien, lo que le desagradó a Jesús fue ver lo desagradable del resultado del pecado, la muerte. Nuestro Señor quiere que nosotros vivamos en felicidad. El propósito por el que Dios nos creó fue para que le glorifiquemos y podamos gozar de él eternamente. Pero el pecado quebró la relación entre Dios y los hombres. Después de la caída, los hombres no podían glorificar a Dios libremente. Y en lugar de poder gozar a Dios eternamente, fueron atados al poder de la muerte. Esta escena es la que le disgustó a Jesús. Por eso lloró Jesús. El versículo 35 es el versículo más corto de la Biblia, y hay una razón muy especial por qué Juan escribió un enunciado tan corto, y fue separado como un versículo aparte. El lloro de Jesús muestra la tristeza que Dios siente por la situación trágica de los hombres. Sin duda alguna, “la paga del pecado es la muerte” (Rom 6:23).
Pero, aunque “la paga del pecado es la muerte”, “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 6:23). El Señor vino para solucionar el problema del pecado y de la muerte. Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos. Este fue una señal para que las personas pudieran ver el poder de Jesús como el Hijo de Dios, y el amor de Dios el Hijo por los pecadores que no nos abandona sino nos rescata de la muerte. Jesús es la resurrección y la vida.
Cuando leemos la Biblia, no podemos negar el gran amor de Dios con que nos amó. Su misericordia es para siempre. Nuestro Señor vino a este mundo para tomar nuestro lugar. Nosotros solamente merecíamos la muerte por causa de nuestros pecados. Pero nuestro Señor tomo nuestro lugar. Murió para pagar la pena de nuestros pecados y darnos vida eterna en él. Ahora, los hombres que no podían alabar a Dios y que estaban condenados a la muerte eterna, podemos regresar a adorar a Dios y gozar con él eternamente.
La resurrección y la vida es hoy. Ciertamente esperamos la resurrección en el fin de los días, donde podremos disfrutar del reino de Dios para siempre. Sin embargo, nosotros no solamente experimentaremos la resurrección en el futuro. Hoy experimentamos la resurrección porque nuestro espíritu estaba muerto por causa de nuestros pecados. Pero, cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y como nuestro Dios, morimos al viejo hombre en la cruz del Señor, y nos vestimos del nuevo con la resurrección del Señor. Y estamos unidos a él a través del Espíritu Santo. Por esta unión con Cristo en el Espíritu, gozamos a Dios desde hoy y para siempre.
Gracias, Señor, porque su amor y su misericordia son para siempre. Gracias porque nos amó de tal manera que murió en la cruz en nuestro lugar. Y, a través de morir en la cruz, nuestros pecados fueron perdonados para poder ir a la presencia de nuestro Padre nuevamente. Gracias, Señor, porque juntamente con usted morimos a nuestros pecados, y juntamente con usted resucitamos para vida eterna. Gracias, Espíritu Santo, porque usted nos une a nuestro Señor, y así podemos estar en la presencia de nuestro Padre alabándole y gozándole desde hoy y para siempre.
Oro, Señor, que me ayude a cada día luchar contra las tentaciones pecaminosas. También oro, Señor, que pueda llevar delante de usted todos mis pecados con un corazón quebrantado. Usted me ha enseñado que, si voy delante de usted con un corazón contrito y quebrantado, no me rechazará, sino que me recibirá, me perdonará, y no tomará más en cuenta mis pecados pasados. Señor, confío en su gracia y su amor. Ayúdeme a acercarme a usted con un corazón arrepentido.
Una palabra: El Señor dio su vida por nosotros porque nos ama.