Juan 10:1-10
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
Juan 10:9
El apóstol Pedro, en su defensa ante el Sanedrín, proclamó, diciendo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). La Biblia nos enseña constantemente que solamente podemos ser salvos en nuestro Señor Jesucristo. En la palabra del Pan Diario de hoy, el Señor nos enseña de su propia boca esta verdad. Él es la puerta por al que las ovejas pueden entrar y tener vida. Otras puertas llevan a la destrucción. Nuestro Señor es nuestro buen pastor quien nos llama a cada uno de nosotros por nombre.
A diferencia de las ovejas salvajes, las ovejas domésticas son animales muy dependientes de los seres humanos. Hay muy poco que puedan hacer por ellas mismas. Sin un pastor que las guíe, no pueden ni siquiera buscar lugares para poder comer. Con facilidad caen en hoyos y barrancos. Por esto, son presa fácil de depredadores. Ellas necesitan de ser guiadas por el pastor hacia pastos verdes, y luego ser regresadas por el pastor al redil donde puedan estar protegidas de animales feroces. Pero aún en el redil están libres de peligro. Los ladrones se saltan el redil para tratar de robar a las ovejas. Por lo tanto, los pastores deben estar vigilantes durante la noche.
El Señor describió una situación que parecía muy obvia. Cualquier persona en aquel tiempo sabía de los peligros que las ovejas enfrentaban. No era necesario ser pastor para saberlo. Aunque no fueran granjeros ni pastores, era una de esas cosas que la gente sabía porque era un oficio muy común. Pero el Señor, al contar esa descripción, también quiso guiar y, a la vez, advertir a las personas sobre las decisiones de su vida. Las personas siempre tenemos la opción de entrar por la puerta, quien es Jesús, o no entrar. El resultado de entrar es que tendremos vida en abundancia. Quienes no entran por la puerta de Jesús se quedarán expuestas a todos los peligros, por lo que serán destruidos.
Pero hay una cosa muy importante en esta historia. Jesús también se comparó con el buen pastor. Y dice que dos cosas sobre la relación del pastor y sus ovejas. Primero, las ovejas escuchan la voz de su pastor y le siguen, pero no escuchan la voz de los extraños. Segundo, el buen pastor da su vida por las ovejas.
Lo primero nos hace pensar en que la expiación es limitada a las ovejas que pertenecen al redil del Señor. La salvación es solamente por gracia por la fe en nuestro Señor Jesucristo. Es un don que Dios nos da. Dios no está de ninguna manera obligado a salvar a nadie, puesto que todos pecamos contra él. Lo único que nosotros merecemos es la muerte y la destrucción. Pero en su gracia, Dios eligió a unos para que sean salvos. A éstos los elige Dios conforme a su gracia y su soberanía exclusiva. No es por mérito de las personas. Nadie, ni una persona, viene a este mundo con el derecho ganado de ser salvo. Dios predestinó a algunos para salvación. Éstos que Dios predestinó, son ovejas del Señor que escuchan su voz y le siguen.
Ahora, no sabemos a quiénes Dios predestinó para salvación. Por lo tanto, no podemos juzgar a otros. Puede haber gente que a nuestros ojos parecen buenas personas, pero no son contados entre las ovejas del Señor. Puede haber gente que parece totalmente perdida, pero que son contados entre las ovejas del Señor. Por lo tanto, no es nuestro lugar juzgar a las personas, sino amarlas a todos y servirles con humildad y amor. Y en lo que debemos prestar más atención es en nosotros mismos. En lugar de pensar si otros están haciendo bien o mal, debemos mirar y examinar si nosotros mismos estamos haciendo bien o mal. Si creemos en el Señor, debemos perseverar en guardar nuestra fe.
En cuanto a lo segundo, podemos entender también que la expiación es limitada. Nuestro Señor Jesús murió por sus ovejas. No murió por todas las ovejas de todos los rediles en el mundo, sino por sus ovejas. Sin lugar a duda, aquellos que somos elegidos para ser ovejas del redil del Señor recibimos gran gracia. El mundo no entiende esta gracia porque no son ovejas del Señor. Los fariseos no entendieron las palabras del Señor porque ellos no pertenecían al redil de Jesús.
Gracias, Señor, por dar su vida por las ovejas de su redil. Señor, ayúdeme a perseverar en la santidad. Guíeme, Señor, para que escuche su voz y pueda entrar por su puerta. Sin lugar a duda, solamente hay salvación en usted. El mundo solamente lleva a la destrucción. Oro, Señor, que pueda ser usado para encontrar a su remanente en el mundo. Quite de mí todo juicio y prejuicio hacia otros. Más bien, ayúdeme a amarlos y servirles. No sé, Señor, a quiénes ha elegido usted. Ese es un misterio que hace que la misión de evangelización sea tan bella. Al no saber a quiénes eligió usted, nosotros estamos llamados a servir a todas las personas que usted pone en nuestras vidas con amor y humildad. Ayúdeme a amar a todos y a servir con humildad a las personas que usted ha puesto en mi vida.
Una palabra: Nuestro Señor Jesús es nuestro buen pastor y nuestra puerta que nos lleva a la vida eterna.