Juan 9:8-41
Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
Juan 9:25
Las personas más difíciles de convencer sobre alguna cosa son aquellas que están convencidos de lo contrario a lo que les decimos. Cuando tenemos una convicción clara sobre algo, no hay manera de que nos hagan caer. Cuando nosotros tenemos convicción de quién es Jesús, no hay algo que nos pueda hacer cambiar.
El ciego que recibió la vista tuvo certeza de que Jesús le dio la vista. Su testimonio fue claro: antes era ciego y ahora veía. No había manera de discutir este hecho. El ciego todavía no sabía con profundidad quién era Jesús. Sin embargo, tenía seguridad de que Jesús le hizo ver. Cuando los fariseos insistían en que Jesús era un hombre pecador, el que había sido ciego declaró que él no sabía de eso. Solamente sabía que antes no veía y ahora veía. Pero este hecho también le hizo tener convicción de que Jesús no podía ser un hombre cualquiera, mucho menos un pecador como los fariseos insinuaban. Su experiencia del poder de Jesús le hizo reconocer que, por lo menos, Jesús sería un hombre de Dios, un profeta.
Cuando los fariseos vieron que no había manera de convencer a este hombre, lo echaron de la sinagoga. Ahora, este hecho era una situación difícil para cualquier persona. Incluso los padres del hombre tuvieron miedo de ser echados de la sinagoga, por lo que no pudieron estar firmes contra los fariseos. Ser expulsado de la sinagoga en la cultura judía significaba ser cortado de la sociedad. Esta gente era declarada como pecadores públicos, al grado de los cobradores de impuestos y las rameras. Por lo tanto, nadie quería ser expulsado de la sinagoga. El hombre que había sido ciego tuvo la valentía para enfrentar a los fariseos, pero tuvo que sufrir una dura consecuencia.
Sin embargo, Jesús no abandonó a este hombre a su suerte. Jesús fue a buscarle y le ayudó a poder reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo. Así, el hombre creyó y confesó que Jesús es el Señor. Aunque este hombre fue expulsado de la sinagoga y cortado de la sociedad, fue recibido como hijo de Dios al reconocer a Jesús como el Señor y adorarle.
Los fariseos pensaron que ellos no eran ciegos. Esto los llevó a que fueran ciegos espiritualmente. Ellos tenían a Jesús frente a sus ojos, pero no podían reconocerle como el Señor, como el Mesías. Lo importante no es la condición física, sino la condición espiritual. Cuando experimentamos a Jesús en nuestras vidas, no importa la condición física en la que nos encontramos, podemos reconocerle como nuestro Señor. Entonces, aunque vengan a decirnos lo que quiera que quieran sobre Jesús, no nos podrán convencer de otra cosa. Cuando tenemos un testimonio claro, aunque no sepamos cómo explicar las cosas, siempre podemos decir: “Eso no lo sé. Pero una cosa sé: que era ciego espiritualmente pero ahora veo”.
Recordemos las muchas cosas que nuestro Señor Jesús ha hecho en nuestras vidas. Recordar todas estas cosas nos hace ser fuertes ante las adversidades. Dios también mandó al pueblo de Israel a recordar todas las grandes cosas que él había hecho por ellos. Especialmente, Dios les hizo recordar constantemente cómo los liberó de Egipto a través de su mano fuerte. Pero el pueblo de Israel fracasó al olvidar lo que Dios hizo por ellos e ir tras ídolos extraños que tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen oídos, pero no oyen; tienen manos, pero no pueden hacer nada; y tienen pies, pero no se pueden mover. Nosotros debemos recordar siempre, y no olvidar, todo lo que el Señor ha hecho por nosotros.
Yo, aunque soy hijo de misionero, cometí muchos pecados en mi vida. Tantos pecados que un día tenía la decisión firme de salir de la casa y abandonar la iglesia por la vergüenza que sentía. Pero fue en ese tiempo en que mi Señor se acercó a mí y me tomó de la mano para levantarme. Me hizo recordar que él no me condena, sino que me perdona. Para eso vino él al mundo, para morir por mis pecados en la cruz para perdón de mis pecados y reconciliarme con mi Dios. ¿Y qué más podía hacer yo en ese momento más que aceptar su amor de perdón? Si algo sé que ha hecho mi Señor por mi es el buscarme en cada momento para recordarme que, si vuelvo a él con un corazón contrito y quebrantado, él me acepta, me perdona, y me restaura.
Señor, yo sé que usted es el Cristo. Gracias, Señor, por venir al mundo a morir en la cruz en mi lugar para perdón de mis pecados. Oro, Señor, que me guarde y me guíe para recordar siempre su gracia infinita y su amor incomprensible con el que me ama. Ayúdeme, Señor, a que recordando todo lo que usted ha hecho por mí, puedo yo vencer las tentaciones del mundo, y pueda testificar sin temor que usted es el Cristo y el Señor.
Una palabra: testifica claramente que Jesús es el Hijo de Dios.