El complot para matar a Jesús

Juan 11:45-57

Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

Juan 11:45-46

En la palabra de hoy vemos a dos clases de personas. Unos, vieron las señales que Jesús hacía y creyeron en él. Otros, vieron las mismas señales, pero quisieron matarle. ¿Qué clase de persona somos? La palabra de hoy nos invita a que creamos en Jesús, que él es la resurrección y la vida, que él es Cristo el Señor.

Muchas veces oigo gente decir que si vieran una señal de Jesús en persona sería más fácil creer en Jesús. Pero me pregunto si de verdad creerían. Esa misma gente dice que les fue más fácil a la gente del tiempo de Jesús creer en él porque vieron las señales que él hacía. Sin embargo, la palabra de hoy nos muestra que esto no es cierto. De hecho, los que creyeron en Jesús era relativamente poca gente, comparado con la totalidad de los habitantes de Judea y Galilea, y mucho menos si todavía contáramos a la gente de Samaria. El Señor nos invita a creer en él, pero no creemos solamente por los milagros que él hace, sino por la fe en él.

Los fariseos vieron los milagros que Jesús hacía. Sin embargo, en lugar de creer, solamente le tuvieron envidia porque más gente le seguía. Y, como excusa, dijeron que, si las cosas seguían así, los Romanos vendrían a matar a los judíos, y los fariseos perderían su posición. ¿Por qué temieron que vendrían los Romanos a matar a los judíos si Jesús seguía incrementando su fama y sus seguidores? Es interesante que, hasta este punto, Jesús todavía no se declaraba rey de los judíos. Sin embargo, ya existía un poco de esta percepción. El hecho de que muchos le llamaran el hijo de David tenía este tono histórico del heredero a ser rey de Israel. Clamar al trono de una nación perteneciente al Imperio romano era considerado una conspiración en contra del Imperio. También, el título de “el Hijo del Hombre” se refería a ser Hijo de Dios. Esto también era considerado una falta grave, pues los romanos consideraban a César como el hijo de dios. Estas eran algunas de las razones que los fariseos, y el concilio del sanedrín, habrían pensado que podría poner en peligro a los judíos, y a ellos mismos. Sin embargo, nosotros que conocemos la historia, sabemos que al Imperio romano no le sonaba mucho el nombre de Jesús. En primer lugar, como se mencionó previamente, no eran tanto los seguidores de Jesús, si pensamos en porcentaje poblacional. Segundo, después de ver el juicio de Pilato, que ni pio hizo cuando Jesús le dijo claramente que él era el rey de los judíos, podemos ver que aún la declaración de Jesús no le parecía una amenaza al Imperio, sino una cuestión religiosa y social solamente.

Es importante señalar aquí cómo Dios obra y que nadie puede detener sus planes. Dice que Caifás, quien era el sumo sacerdote en turno aquel año, había profetizado que Jesús debía de morir. Cuando leímos esta parte, mi hija preguntó si entonces Caifás hizo bien o mal. Ella entendió que Caifás deseaba hacer el mal, pero pudo notar un poco que se cumplía el plan de Dios, lo cual le fue confuso. Pareciera que el plan de los fariseos era detener la obra de Jesús y, por ende, la obra de Dios. Por lo general, matando la cabeza de alguna insurgencia o de un grupo delictivo se soluciona gran parte del problema. Sin embargo, Dios usó el mal del deseo de Caifás y del concilio para poder cumplir su voluntad. El plan de Dios fue desde el principio que Jesús muriera en la cruz. Por lo tanto, y respondiendo a la confusión de mi hija, podemos ver que no hay nada que pueda detener el plan de Dios.

Dios nos da libertad para elegir hacer el bien o el mal. Esa elección es totalmente libre, por lo que también tenemos total responsabilidad de nuestras decisiones. Pero Dios es omnisciente, por lo que ya sabe lo que sucederá, y usa aún las decisiones malvades de los hombres para que se cumpla su voluntad. Jesús debía de morir en la cruz para que se pudiera cumplir el plan de redención que Dios había prometido desde la caída (Gen 3:15). Ahora, aunque Satanás estaba usando a Caifás y al concilio para tratar de detener la obra de Dios a través de su Hijo Jesús, finalmente se cumplió lo que Dios planeó hacer. Nada puede detener el plan de Dios.

Dios nos da la libertad para elegir si escuchamos al Espíritu Santo que nos llama o no. Podemos creer en Jesús o no. Nosotros somos responsables de esa elección. Por lo tanto, elijamos creer en Jesús y recibir resurrección y vida.

Señor, gracias por dar su vida por mí, y por todos los que usted eligió para salvación. Ayúdenos a que perseveremos en esta gracia recibida hasta que lleguemos a vivir en el reino de Dios disfrutando de su gloria para siempre. Aunque existe su gracia de su elección de acuerdo con su soberanía, paralelamente nos da a nosotros la libertad de elegir creer o no creer que usted es el Señor. Señor, su Espíritu Santo nos acompañe para que creamos y vivamos creyendo. También, mueva el corazón de sus elegidos conforme predicamos el evangelio para que tengan vida en usted.

Una palabra: Cree en Jesús, nuestro Señor.

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