Dios levantará una rama justa

Jeremías 22:24-23:8

He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

Jeremías 22:5, 6

Juan Calvino, en su libro Institución de la Religión Cristiana, en su sección sobre el gobierno de la iglesia, reflexiona sobre por qué Dios trabaja en la iglesia con ayuda de los hombres (Calvino, Institución de la Religión Cristiana, 4.3.1). Como Calvino dice, de verdad que Dios pudo haber guiado a la iglesia a través de sus ángeles, o incluso él mismo. Sin embargo, en su amor por nosotros, y para humillar a los engreídos, Dios estableció hombres para servir su iglesia. Así, los líderes de la iglesia tenemos una gran responsabilidad. A nosotros nos fue encargado cuidar de las ovejas de Dios.

En el tiempo de Jeremías, el rey tenía el papel de cuidar del pueblo de Dios. En las culturas del antiguo medio oriente, los buenos reyes eran llamados también pastores de su pueblo. Los buenos pastores dan su vida por las ovejas (Jn 10). Los buenos reyes protegían a su pueblo incluso con su vida. En el caso del pueblo de Israel, el pueblo de Dios, la vara era todavía más alta. No era solamente cuestión de salvar la vida del pueblo, sino también cuidar de su estado espiritual. Buenos reyes como David, Salomón, Josías, y Ezequías guiaron (gran parte de su vida) a su pueblo a seguir a Dios y guardar la ley de Dios. Dios esperaba que esto hicieran los reyes y los líderes de Israel y de Judá. Sin embargo, ninguno se preocupó por el bienestar de su pueblo, sino solamente quisieron proteger su propio poder y estatus. Por lo tanto, cuando estuvieron en problemas, en lugar de depender en Dios, buscaron a ídolos y el apoyo de otras naciones. Dios no se agradó de estos malos líderes. Por tanto, Dios juzgó a Israel, y haría lo mismo con Judá. Dios les advierte sobre la venida de Nabucodonosor de Babilonia. Israel sería exiliado por causa de su rebeldía contra Dios.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Dios es fiel y misericordioso. Y en ese gran amor, siempre tiene guardado a su remanente: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (5, 6). Dios levantaría un nuevo rey de la casa de David. Aquí “dichoso” se refiere a que actuará con sabiduría que viene de Dios. Por supuesto, es claro que esta profecía apunta a Jesús. Cuando Jesús fue bautizado, Dios dijo desde el cielo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17; también ver Mr 1:11; Lc 3:22). Y cuando Jesús se transfiguró, Dios habló nuevamente, diciendo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 17:5; también ver Mr 9:7; Lc 9:35; 2P 1:17). Jesús es el renuevo justo de la casa de David quien reina con sabiduría (dicha), justicia y juicio. Cuando Jesús reina en nuestras vidas, él nos llena de la paz de Dios. Esta es una paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:7). Sin conocer a Dios es imposible entender esta clase de paz, porque la paz del mundo no es una paz verdadera. Solamente tenemos paz verdadera cuando Jesús reina en nosotros.

Especialmente, recibimos paz en Jesús por causa de la justificación por la redención de nuestros pecados. A través de Jesús recibimos la justicia de Dios. No porque haya alguna justicia en nosotros, sino que a través de Jesús fuimos imputados con su justicia. Esto es, no hay nada en nosotros que nos haga justos delante de Dios. Pero como Jesús murió en nuestro lugar, él dice delante del Padre: “Yo pagué su deuda”. Así, somos perdonados y tomados por justos delante de Dios. En Romanos 4, Pablo explica que Abraham fue contado por justicia, no por su propia justicia, sino por causa de su fe en Dios. Y así como Abraham fue contado por justicia por su fe en Dios, nosotros también recibimos la justicia de Dios por creer en que Jesús encarnó y murió por nuestros pecados.

Dios promete que, en ese día, traerá a todos su pueblo de toda la tierra. Nosotros, la iglesia, somos Israel. Israel fue una figura, un tipo, de Cristo en el Antiguo Testamento que fue cumplido a través de la venida de Jesús. Como Jesús es el verdadero Israel, y nosotros somos su cuerpo, nosotros podemos decir que somos el verdadero Israel. Dios promete que juntará a todos sus escogidos a través del tiempo y de entre todas las naciones. No todos son salvos, sino solamente el remanente escogido de Dios. Ni siquiera Israel étnico será salvo en su totalidad; solamente los que acepten a Jesús como el Mesías serán salvos, y significará que son parte del remanente escogido de Dios. Pero aquí podemos ver que Dios tenía el plan de salvar a judíos y a gentiles. En Dios ya no hay judío o gentil, sino que los electos somos todos sus hijos por igual.

Dios nos llama a que sirvamos la iglesia. Todavía hay muchos que son del remanente de Dios, pero deben ser encontrados y recibir el evangelio. Si bien, Dios podría hacer este trabajo sólo, o tal vez podría enviar a sus ángeles, Dios nos eligió a nosotros a colaborar con él en la obra de evangelización. Conforme proclamamos las buenas nuevas de Cristo al mundo, los elegidos oirán y aceptarán al Rey Jesucristo. Por eso es que son hermosos los pies que traen buenas nuevas, de los que anuncian la paz (Isa 52:7; Rom 10:15). No esperemos a ser desechados por Dios por no cuidar de sus ovejas. Él ciertamente va a juntar a su rebaño. La pregunta es ¿podremos tener la bendición de participar en esta hermosa obra de Dios?

Señor, perdóneme porque no he sido fiel en anunciar el evangelio y cuidar de sus ovejas. A veces me justifico diciendo que hago muchas cosas. Pero estas cosas que hago son lo mínimo que debería hacer. Solo hago lo mínimo que debería hacer, pero no me esfuerzo por hacer todo lo que debería hacer por buscar mi propia comodidad. Señor, ayúdeme a poder ser fiel en salir e invitar a las ovejas al estudio uno a uno. Deme su fuerza y su sabiduría para ser anunciador de las buenas nuevas de nuestro Señor Jesucristo y apacentar a sus ovejas.

Una palabra: Nuestro Señor Jesús es el rey de justicia y de paz.

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