Jeremías 49:1-39
Tu arrogancia te engañó, y la soberbia de tu corazón. Tú que habitas en cavernas de peñas, que tienes la altura del monte, aunque alces como águila tu nido, de allí te haré descender, dice Jehová.
Jeremías 49:16
Estas son las profecías sobre las últimas seis naciones antes del juicio contra Babilonia. Amon, Edom, Damasco, Cedar, Hazor, y Elam fueron otras naciones que constantemente hicieron guerra contra Israel. Unos son mencionados más que otros; pero, al fin de cuentas, todos pelearon contra el pueblo de Dios, y, de una manera u otra, se burlaron del nombre de Dios. Todas estas naciones dependieron en sus riquezas y creyeron que sus ídolos fueron los que les dieron la victoria. Ninguna consideró que Dios es el soberano sobre las naciones que él es quien las utilizó para castigar a Israel cuando Israel desobedecía a Dios. Así, llegaría el día en que Dios castigaría a estas naciones orgullosas.
El patrón se repite con respecto a las profecías anteriores. Aunque cada nación tiene lo suyo, básicamente su pecado es confiar en las riquezas y en los ídolos. A las naciones de Amón y Elam, Dios les da esperanza de que serían restablecidas. A las naciones de Edom, Cedar, y Hazor, Dios dice que serán totalmente destruidas. Sobre Damasco dice que será destruida, pero no dice con claridad si será borrada de la faz de la tierra o no. Podríamos interpretar, desde un punto de vista moderno, que solamente fue una destrucción temporal, pues vemos que Damasco fue reconstruida y el libro de Hechos nos menciona que Pablo visitó Damasco (Hch 9; 22; 26). Hoy todavía existe la ciudad de Damasco, en Siria, la cual sigue teniendo enemistad con la Israel moderna. Aunque sí es un punto que se puede discutir el cumplimiento parcial o total de estas profecías, lo que es una realidad es la soberanía de Dios y su juicio sobre las naciones.
Hoy en día, pareciera que mucha gente no teme al juicio de Dios. En el pasado, muchos vivieron con temor y temblor ante el juicio de Dios. Pero después de la Ilustración, donde los pensadores comenzaron a abandonar a Dios, también comenzaron a abandonar el miedo al juicio de Dios y el infierno. Por su puesto, es razonable que no crean en el juicio de Dios y el infierno si no creen en Dios. Los pensadores modernistas abrazaron las ideas de la Ilustración, y, por lo tanto, se basaron en solamente lo que la ciencia puede demostrar. Si no es científicamente demostrable, debe ser falso. Y, como Dios no es científicamente demostrable, Dios no debe de existir, al igual que el infierno. Por supuesto que el modernismo tiene varias fallas, las cuales no discutiré en este momento. Solo mencionaré que tiene fallas, pero ese es su razonamiento.
Después del modernismo, surgió el postmodernismo. El postmodernismo cuestiona las metanarrativas, aún las del modernismo. El postmodernismo no significa “lo que sigue (post) del modernismo” sino una “separación del modernismo”, donde el latín post deriva del griego apo (ἀπό). En la cosmovisión postmodernista, no existe una verdad. Los modernistas, aunque basados en la ciencia solamente, todavía creían en que existe una verdad objetiva. Los postmodernistas se alejaron del modernismo y determinaron que existe una verdad objetiva, sino que todo es subjetivo. Por lo tanto, niegan la existencia de Dios, pues el creer en Dios conlleva a creer en una verdad objetiva.
En nuestro presente, hay incluso cristianos evangélicos que poco a poco abandonan la idea sobre el infierno. Bajo las ideas universalistas, interpretan, incorrectamente que Dios perdonará a todos los seres humanos. Los que tienen esta posición conciben una de dos posiciones sobre el infierno. La primera es que el infierno es solamente un concepto sobre el castigo de Dios a los malvados. En esta interpretación, los sufrimientos y los castigos son en esta vida presente, pero, después de la muerte, pasarán directamente al reino de Dios. La segunda interpretación es que el infierno es real, pero temporal. Los malvados serán castigados un tiempo. Pero, finalmente, Dios les perdonará y los recibirá en su reino.
Por supuesto que esto no es lo que dice la Biblia. La Escritura es clara diciendo que el infierno es un lugar real donde el sufrimiento será eterno. Será el lugar de castigo eterno para quienes no aceptan a Cristo como Señor, y, por lo tanto, no se arrepienten de sus pecados.
Por lo tanto, nosotros debemos de creer en el justo juicio de Dios. Su juicio es terrible. Nadie se puede salvar del juicio de Dios una vez que él juzga. Pero, gracias a Dios, vivimos en un tiempo de gracia. La Biblia nos enseña que Dios amó tanto al mundo que nos envió a su Hijo Unigénito, para que quien crea en él sea salvo y tenga vida eterna (Jn 3:16). Por lo tanto, este tiempo es tiempo para reconocer nuestro pecado y arrepentirnos delante de nuestro Señor. Debemos agradecer por su gracia redentora, y orar por vivir una vida santa delante de él. No debemos ignorar el terrible juicio de Dios. Amamos a Dios y vivimos con gran gozo en su presencia. El temor a Dios nace del profundo amor y respeto por Dios. No amamos a Dios por miedo a su juicio y castigo; eso no es amor. Pero esto no significa que nos olvidemos de que, si nos separamos de él, su juicio es terrible y completo.
Señor, ayúdeme a recordar que, separado de usted, viviría en condenación y juicio. Pasajes como la de hoy me hacen recordar cuán terrible es su juicio. Quiero vivir una vida temiéndole a usted, pero que ese temor salga de mi profundo amor y respeto a su nombre. Sin embargo, Señor, que tampoco viva ignorando que usted es un Dios justo y recto que no dejará pasar de largo los pecados cometidos. Solamente puedo ser salvo de ese terrible juicio por causa de la sangre que usted derramó en la cruz por mí. Confiando en esta gracia recibida en la cruz, Señor, quiero llevar cada día mis pecados delante de usted, y orar para poder vivir una vida en santidad de acuerdo a su buena voluntad hacia mi vida.
Una palabra: Teme a Dios.