Una profecía de restauración

Jeremías 16:1-21

Por tanto, he aquí les enseñaré esta vez, les haré conocer mi mano y mi poder, y sabrán que mi nombre es Jehová.

Jeremías 16:21

La primera parte de este capítulo trata sobre la maldad del pueblo de Judá. Aunque eran el pueblo de Dios, Judá pecó contra Dios volviéndose a los ídolos de los pueblos de Canaán. Judá vio cómo Dios destruyó a Israel por causa de su pecado. Sin embargo, Judá no tomó esto como advertencia, y no se arrepintió. El versículo 5 habla de las “casas de luto”. Aquí “luto” es marzeakh (מַרְזֵ֔חַ) en hebreo. Esta palabra solamente aparece dos veces en la Biblia, siendo la otra referencia Amos 6:7. Temper Longman III, un importante académico del Antiguo Testamento, apunta que marzeakh es usado en textos extrabíblicos como una celebración de luto donde involucraba comidas sacrificadas a ídolos, beber alcohol en exceso, y a veces había actividad sexual en esos ritos.[1] Esto muestra la gravedad del pecado de Israel.

Como consecuencia, Jeremías traía una noticia trágica para el pueblo. Dios destruiría a la tierra de Judá. No habría gozo ni alegría. No escucharían la voz de su esposo ni su esposa. Esto es, por un lado, que las familias serían destruidas. Y, por otro lado, el esposo y la esposa son la relación de amor más íntima, pero ya no tendrían a esa persona que tanto aman. Judá no fue tomada por Asiria porque Dios castigó a los Asirios utilizando a la nació de Babilonia. Pero Dios también uso a Babilonia para castigar a Judá.

En ese entonces, dice Dios, que el pueblo se preguntaría por qué hace esto Dios. Es como la gente que hace cosas malas y luego se pregunta y se queja con Dios por qué le suceden cosas malas. Hay algunas personas incrédulas que le llaman karma. Lo que entienden como karma es en realidad juicio divino de Dios sobre los malvados. Dios dice a este pueblo rebelde que a través del castigo aprenderán que él es Dios. Dios castigó a su pueblo, pero no castiga para destruirlos de la faz de la tierra, sino que solamente lo suficiente para que su pueblo pueda arrepentirse y reconocerle que él es su Dios.

Gracias a Dios, él es un Dios “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Ex 34:6). A pesar de esta terrible noticia de destrucción, cuando Jeremías volteó y vio a Dios, dijo: “Oh Jehová, fortaleza mía y fuerza mía, y refugio mío en el tiempo de la aflicción”. Dios es nuestra fortaleza y nuestra fuerza. A veces somos castigados por nuestras iniquidades. Pero Dios lo hace como padre amoroso que disciplina a sus hijos. Nosotros fuimos perdonados de nuestros pecados mediante la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Si creemos en el Señor Jesús, somos reconciliados con Dios, y aún más, somos hechos hijos adoptivos de Dios. No creo que pueda existir más grande amor que uno sea perdonado se la muerte. ¿Cuánto más si somos salvos de la muerte eterna? Por eso, debemos prestar mucha atención a todas las advertencias de Dios, y debemos vivir una vida que agrade a Dios. Dios no nos destruye cuando nos castiga. Él quiere ayudarnos a que reconozcamos nuestro pecado, nos arrepintamos, y seamos reconciliados con él. Dios es nuestro Padre Celestial.

Hubo un pastor coreano que mostró un amor extraordinario y que me conmueve cada vez que lo recuerdo. El pastor Yangwon Son vivió gran persecución durante el tiempo de la invasión japonesa en Corea. Fue maltratado y llevado a la cárcel por el gobierno japonés simplemente porque el pastor era cristiano, algo que la religión shinto no podía soportar. Después de que los japoneses fueron expulsados de Corea, el pastor fue liberado junto con todos los prisioneros políticos de los invasores japoneses. Pero después de esto, se vino el ataque comunista a Corea. Fue en ese tiempo que un hombre secuestró a los dos hijos mayores del pastor Son. Los dos hijos murieron por causa de las tormentosas torturas. Después de que el régimen comunista fuera también expulsado de Corea (provocando la división entre Corea del Sur y Corea del Norte), el asesino de los hijos del pastor Son fue identificado y arrestado. En su juicio para sentencia a muerte, y para sorpresa de todos, el pastor Son pidió que lo liberaran. Luego le dijo al hombre que él le quitó al pastor a sus dos hijos, ahora quería que le pagara siendo él su hijo. Así, Chaisun se volvió el hijo adoptivo del pastor Son. Chaisun se hizo cristiano, estudió en el seminario, y se hizo pastor de una iglesia recordando toda su vida la gracia del perdón y el amor de adopción del pastor Son, y de su Padre Celestial.

El amor de Dios es tan grande que, aunque nosotros le traicionamos y matamos a su Hijo por causa de nuestros pecados, él nos amó a tal grado que nos perdonó de nuestros pecados y nos hizo hijos adoptivos. Reconozcamos nuestro pecado, y volvamos nuestros corazones a él.

Una palabra: Dios nos restaura después del castigo.


[1] Longman, Tremper, III. Jeremiah, Lamentations. Edited by W. Ward Gasque, Robert L. Hubbard Jr., and Robert K. Johnston. Understanding the Bible Commentary Series. Grand Rapids, MI: Baker Books, 2012.

Palabras y obras

Proverbios 12:1-14

El hombre será saciado de bien del fruto de su boca; Y le será pagado según la obra de sus manos.

Proverbs 12:14

En esta palabra, Salomón llama a que uno sea sabio con el uso de palabras y sus acciones. Confiamos en las personas que son congruentes entre lo que hablan y lo que hacen porque vemos que no tratan de engañar. Por supuesto que hay gente con problemas mentales que son congruentes entre lo que hablan y lo que hacen para cosas malvadas. Aún así, sabemos que podemos confiar en sus palabras y nos alejamos de esa clase de gente. Pero, en general, las personas que son congruentes en palabras y obras son personas en quienes sabemos que podemos depender. Salomón dice que esta clase de gente será bendita.

Cuando estudié mi maestría en negocios, hicimos un ejercicio de negociación. Nos dividimos en dos equipos y el propósito era planear y negociar con el otro equipo alguna manera de que nuestras dos supuestas empresas pudieran sobrevivir. Mi equipo me eligió representante de nuestra empresa. Después de media hora (era solamente un ejercicio en el salón) de planeación y pláticas con el otro equipo, presentamos qué acciones tomaríamos. Nosotros decidimos actuar de acuerdo lo negociado, que tal vez no era lo más benéfico para nuestra empresa, pero las dos empresas podríamos repartirnos las ganancias. El otro equipo nos traicionó. Fue una gran sorpresa y no supe qué decir. El otro equipo decidió tomar una acción que era totalmente para perjuicio de nuestra empresa y se llevarían todas las ganancias para ellos. Por supuesto, nadie guardamos rencor después del ejercicio. Todos nos llevábamos muy bien y entendimos que era simplemente un ejercicio. Sin embargo, eso pasa todo el tiempo en el mundo. No digo que todos engañen, pero es común ver que las personas se engañan unas a otras. Y no solamente en el mundo de los negocios, sino también entre individuos.

Nosotros, como cristianos, somos llamados más que nadie a vivir una vida congruente entre nuestras palabras y nuestras obras. Si la congruencia es apreciada como una virtud entre los incrédulos, ésta debe ser mucho más apreciada entre nosotros que amamos a Dios. Esto es porque Dios es congruente, y siendo nosotros creados a su imagen, debemos también ser congruentes.

Dios es congruente en que él no puede negarse a sí mismo. El que Dios no pueda negarse a sí mismo significa que él es siempre congruente entre quién es él, y lo que dice y hace. Como Dios es santo, todas palabras y acciones son santas. Dios es justo, por lo tanto, condena y castiga el pecado. Pero también Dios es misericordioso, por lo que nos dio su palabra y abrió el camino de salvación mediante nuestro Señor Jesucristo.

Nuestro Señor nos enseño a que no juremos, sino que solamente digamos “si” o “no”. Esto quiere decir que nuestras palabras y nuestras acciones deben ser congruentes al grado de que no sea necesario jurar. Meditando en esta congruencia, Santiago también enseñó a la iglesia a que seamos congruentes entre lo que decimos y hacemos. Él regañó a los que se jactaban por confesar su fe por la boca, pero sus obras no mostraban su vida de fe. Santiago enseña que, si uno dice tener fe, su vida debe manifestar esa fe. Esto no quiere decir que seamos salvos por obras. Pero es cierto que el que vive por la fe, su vida es cambiada por completo. Aunque no confiese su fe con palabras, las personas pueden ver esa diferencia.

Debemos orar para vivir una vida congruente entre nuestras palabas y nuestras obras. Santiago también enseñó que es muy difícil domar la lengua, pero quien puede controlar la lengua puede también controlar el resto de su cuerpo. Aunque la lengua es un músculo muy pequeño, como dice Santiago, por ella alabamos a Dios y maldecimos a los hombres. Los hombres han aprendido a domar a la creación, pero no pueden domar su lengua. No debemos vivir una doble vida donde la boca confiesa una cosa y nuestro hace otras cosas. Por eso, debemos orar para que Dios nos de fuerza para controlar nuestra lengua y nuestro cuerpo. Así, a través de nuestra lengua y nuestro cuerpo debemos glorificar a Dios y edificar a las personas. Nuestras palabras y nuestras acciones deben mostrar nuestra fe a los hombres del mundo. Dios bendice a aquellos que son congruentes en palabras y obras y caminan por el camino de la sabiduría.

Señor, ayúdeme a vivir delante de usted hablando y obrando congruentemente. Ayúdeme, Señor, a que en todo pueda glorificarle a usted, y a que yo sea usado como instrumento suyo para edificar a otros. Fortalézcame en mi debilidad, y ayúdeme a serle fiel.

Una palabra: Se congruente en palabras y obras.

Generosidad

Proverbios 11:16-31

El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.

Proverbios 11:25

El texto de Proverbios de hoy tiene muchos puntos en que podríamos meditar, como en muchos de los capítulos de Proverbios. Pero hoy, el Pan Diario nos hace enfocarnos en la generosidad. Salomón enseña que los justos quieren hacer el bien. Repartir los bienes que tiene uno es parte de la vida del justo. Quien tiene, pero quiere quedarse con todo, dice que el pueblo lo maldecirá. Pero el que vende será bendecido por su pueblo. Por lo tanto, Salomón llama a no confiar en las riquezas. Los justos pueden parecer que quedan como árbol sin hojas, pero eventualmente reverdecerán. Dice Salomón que el verdadero fruto que buscan los justos es el árbol de la vida; o sea, la vida eterna el en el reino de Dios.

Aquí es interesante observar que Salomón no dice que regalemos nuestros recursos, sino que dice que las vendamos. Vender no quiere decir que necesariamente que se busque un bien material. Entendiendo el contexto con el que este texto nos habla, deberíamos entender “vender” como buscar una transacción mutuamente beneficiosa. Esto es, el que necesita ayuda es ayudado, obviamente. Y el que ayuda es gratificado por Dios. No debemos buscar la gratificación del mundo o de los hombres, sino la bendición de Dios. La generosidad no debe ser una carga, sino debe ser gratificante para uno. La paga más grande es saber que acumulamos tesoros en el cielo.

Se dice que es mejor dar que recibir. Sin embargo, cuando vemos el mundo, podemos darnos cuenta de que las personas no les gusta dar. Les gusta recibir y recibir, pero poco saben de dar a otros. Por supuesto, hay gente que hace grandes donaciones de dinero a causas solidarias. Muchos dicen que esas personas son muy generosas. Aunque en parte es cierto, muchas organizaciones de ayuda a necesitados no podrían sobrevivir ni ayudar de acuerdo con su causa, también es cierto que los donadores no lo hacen necesariamente de la generosidad de su corazón sino de acuerdo con su propia agenda. Muchas veces lo hacen para evitar impuestos. Muchos lo hacen por ego, porque les gusta ser reconocidos como generosos. Incluso hay delincuentes que lo hacen como parte de su proceso para lavar dinero. Y pienso que no estoy diciendo nada que cualquier persona informada no sepa. Pero más allá de esos grandes ricos donadores, la gente de clase media y baja, siempre batallan con cuestiones de dinero. Es difícil dar cuando uno ve cuánta necesidad tiene uno mismo.

Y la generosidad no solamente es dinero. Cierto. Pero ayudar a otros, de la manera que sea, requiere de recursos, ya sea tiempo y/o esfuerzo. Y esos son recursos limitados en uno también. Especialmente en este mundo que se volvió tan rápido, no hay tiempo para nada. El escritor alemán, Michael Ende, en su gran novela llamada Momo, describe a los ladrones del tiempo como agentes grises quienes engañan a las personas diciéndoles que tienen que ser más eficientes con su tiempo, pero el tiempo que sobra lo utilizan para ellos mismos. Así se ha vuelto el mundo. Todos están muy ocupados y nadie tiene tiempo para nadie más. El poco tiempo que parece que queda, uno lo quisiera usar para uno mismo.

No obstante, Dios desea que seamos siempre generosos. Uno de los grandes llamados de la Biblia es a ayudar a los demás. El Pan Diario de hoy, nos da el ejemplo de Jesús que sanó a diez leprosos, aunque solamente uno haya regresado a agradecerle. También invirtió su tiempo y esfuerzo para crecer a los Doce, aunque sabía que todos le abandonarían, e incluso uno de ellos, Judas Iscariote, le traicionaría y sería quien lo entregara a los principales sacerdotes. Aún así, el Señor siempre entregó su tiempo y su esfuerzo para ayudar a los necesitados.

Señor, ayúdeme a aprender de usted la generosidad. Especialmente ahora que vivo como estudiante en Estados Unidos, los recursos materiales siempre son limitados. Y todavía más cuando uno vive con visa de estudiante y tiene una familia qué mantener. Ser generoso no significa ser mal administrador del dinero y los recursos que uno tiene. Como mencioné, ser generoso no siempre tiene que ver con dinero. Pero también, entre servir los diferentes ministerios de los que soy responsable, estudiar el doctorado, y atender a mi familia, siempre me siento abrumado pensando que no tengo tiempo para hacer nada más. Pero Señor, existen personas más ocupadas que yo y que tienen menos recursos que yo, y aún así veo que tienen un corazón generoso mucho mayor al mío. Ayúdeme a tener esta generosidad, especialmente dando de mi tiempo libre en salir campos a predicar el evangelio. Hágame ser un buen pastor para las ovejas, y traer a las ovejas perdidas su redil, Señor. Y también, sin ser irresponsable de mis recursos, ayúdeme a tener buena disposición para ayudar a los necesitados, así como usted siempre lo hizo, y sigue haciendo. Señor, pido que mi generosidad sea para su gloria, y me sienta bien pagado al ver que soy partícipe en traer a muchas personas a su presencia.

Una palabra: El alma generosa será prosperada.