Jesús es la luz del mundo

Juan 9:1-7

Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

Juan 9:5

El mundo es de perspectivas. Muchos libros de liderazgo hacen la famosa comparación de quienes ven el vaso medio lleno o medio vacío. De forma similar, podemos ver el mundo desde la perspectiva de la esperanza en Dios o fuera de la esperanza en Dios.

Los discípulos de Jesús y nuestro Señor vieron a una misma persona. Pero la perspectiva de cada uno fue diferente. Los discípulos pensaron que este hombre era ciego por causa de su propio pecado o el pecado de sus padres. Este era un punto de vista típico de un judío de aquel tiempo. En la forma de entender de los judíos, la salud era bendición de Dios y la enfermedad era necesariamente castigo de Dios. Podemos ver en el libro de Job cómo los amigos de Job insistieron que su situación era por causa de un pecado que Job no quería confesar, y le exhortaron constantemente a que reconociera su pecado.

Por otro lado, Jesús tuvo una perspectiva diferente. Jesús no buscó culpables, sino que buscó cómo se manifestaría el poder y la voluntad de Dios. Su punto de vista era de la esperanza en Dios y ayudar a las personas a poder conocer el propósito de Dios en sus vidas. Este punto de vista es mucho más positivo y edificante, tanto para nosotros mismos como para los demás.

Es cierto que en el Antiguo Testamento hay muchas promesas de Dios sobre el bien y las bendiciones sobre las personas que obedezcan a su palabra. Sin embargo, este bien y las bendiciones deben de ser entendidas como un bienestar espiritual. La Biblia en ningún momento promete riquezas y salud física constante. Cuando leemos correctamente la Biblia, podemos ver que Dios nos promete un bienestar, una bendición, en nuestro ser interior. Experimentamos la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:7).

Si la bendición de Dios fuera solamente expresado a través de bienestar material y de salud, la mayoría de los que consideramos héroes de la fe, no serían ejemplos de fe. Por ejemplo, la mayoría de los profetas vivieron de forma muy humilde. Elías vivió todo el tiempo perseguido, por lo que no tenía casa, y comía de lo que podía en el camino o lo que le ofrecieran algunas personas. No quiero decir con esto, tampoco, que todos los que obedecen a Dios y hacen grandes obras deben vivir de forma humilde. Abraham fue enriquecido por Dios. Ni hablar de David y Salomón quienes disfrutaron de grandes riquezas. Pero todos ellos fueron humildes delante de Dios. Dios se enojó contra el rey Ezequías por presumir de sus riquezas a los enviados de Babilonia (2R 20:12-19).

En la pobreza o en la riqueza, en la salud o la enfermedad, en tiempos de tranquilidad o de dificultad, lo importante es que nuestra perspectiva sea buscar la buena voluntad de Dios en nuestras vidas. Muchas veces no es fácil decir qué decisión es buena y cuál es mala. La vida es, sin lugar a duda, muy compleja. Por eso nosotros debemos vivir en constante meditación de la palabra y en oración a Dios. Solamente así podremos nosotros tener sabiduría para poder hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas. Solamente así podemos conocer cuál es propósito de Dios en nuestras vidas.

Ciertamente hay maldad en este mundo. Vivimos en un mundo caído por causa de nuestros pecados. Por lo tanto, aún los hijos amados de Dios sufrimos calamidades. A veces, ciertamente, vienen sufrimientos a nuestras vidas por causa de nuestro pecado. Otras veces, es porque Dios nos prueba para que seamos purificados como oro refinado (1P 1:7). Pero también hay veces que sufrimos simplemente porque el mundo es así. No podemos decir que un resfrío es por causa de un pecado escondido. En el caso del hombre con ceguera de nacimiento, puede ser que sí sea por el pecado de sus padres, o un pecado personal, pero también puede ser que simplemente naciera así sin culpa de nadie. Lo que sí podemos decir, sin lugar a duda, es que siempre se hará la buena voluntad de Dios, y que Dios tiene un propósito detrás de todas las cosas.

Señor, perdóneme porque muchas veces soy como los discípulos que solamente buscaron culpables en lugar de buscar la voluntad de Dios. Ayúdeme, Señor, a buscar su buena voluntad en todas las cosas. Sé que vivimos en un mundo caído donde muchas malas cosas pasan simplemente por la naturaleza caída del mundo. Pero usted es Dios soberano. Su voluntad no puede ser detenida ni cambiada por causa de las malas decisiones de los hombres. Señor, hágase su voluntad, y ayúdeme a entender sus propósitos. Ayúdeme a servir a otras personas sin prejuicios, sino guiándoles a que le conozcan a usted y puedan vivir de acuerdo con el propósito que usted tiene en sus vidas.

Una palabra: Mira el mundo bajo la perspectiva de la buena voluntad de Dios.

La caída de Jerusalén

Jeremías 52:1-34

Y el rey de Babilonia los hirió, y los mató en Ribla en tierra de Hamat. Así Judá fue transportada de su tierra.

Jeremías 52:27

Mientras leíamos, mi hija y yo, este pasaje, de repente me confundí pensando que tal vez estaba leyendo un pasaje equivocado. Le dije a mi hija: “¿Qué no habíamos leído ya este pasaje?” Y ella también pensó que era un pasaje que ya habíamos leído. Ella recordaba todos los detalles de esta historia. Después me acordé de que esta parte es una repetición de la historia de la captura de Jerusalén.

El recordar que es una repetición de la historia de la captura, me hizo reflexionar en la importancia de repetir las historias. La repetición de las historias en la Biblia es una manera de hacer énfasis en lo dicho o sucedido. En la antigüedad, los papiros y otros medios de escritura eran caros. No era como tener papel en nuestro tiempo. Por lo tanto, todo lo que se escribía, lo hacían pensando cuidadosamente cada una de las palabras. No se escribía nada que no pareciera importante. Y no se escribía sin haber meditado bien lo que había que escribir. Por lo tanto, las repeticiones eran muy intencionales. No se repetía una historia simplemente porque el autor olvidó que ya había escrito esa historia, o porque quería solamente recordar un evento. Las repeticiones eran una manera del autor de enfatizar la importancia de lo dicho o sucedido (por ejemplo, aquí yo también repetí esto para enfatizar la importancia de las repeticiones).

¿Porqué, entonces, sería importante para Jeremías contarnos nuevamente esta historia? Como el Pan Diario de hoy nos da la referencia, este relato lo podemos encontrar en Jeremías 39. También podemos encontrar esta narrativa en 2 Crónicas 24-25. Pero nuestro interés esté en Jeremías. Es interesante ver aquí que este es el último capítulo del libro de Jeremías. Esta repetición viene después de Jeremías nos escribe todas las advertencias a las naciones que han molestado a Israel a lo largo de su historia. Comentamos anteriormente que Babilonia fue utilizada como instrumento de Dios para castigar a todas estas naciones. Sin embargo, finalmente, Babilonia también sería castigada por sus tantos pecados. No porque hubiera sido usada por Dios para castigar el pecado de Israel y de Judá, Dios dejaría pasar por alto los pecados de los babilonios. Pero Jeremías quería hacer énfasis en que todo esto es por causa del pecado de Judá. Todo estaba sucediendo de acuerdo con las palabras de juicio contra Judá. Jeremías nos recuerda lo malo que fueron los reyes de Israel y de Judá. En particular Sedequías en esta historia. El rey Sedequías quien hizo lo malo ante los ojos de Jehová, tuvo un final miserable. Tuvo que presenciar la muerte de sus hijos a manos de los babilonios. Luego, le sacaron los ojos, y murió en la cárcel en Babilonia. Joaquín, el rey predecesor de Sedequías, había sido llevado a la cárcel en una invasión anterior. Después de la muerte de Nabucodonosor, Evil-merodac se hizo rey de Babilonia. Él liberó a Joaquín y le honró haciéndole vivir con él y proveyéndole de lo que necesitara para vivir. Sin embargo, desde el punto de vista de un rey, Joaquín estaba siendo humillado al vivir como mendigo en Babilonia (aunque el humillarlo no hubiera sido la intención del Evil-merodac).

Lo que podemos ver aquí es que ciertamente la palabra de Dios se cumple. El libro de Jeremías es una advertencia hacia la desobediencia de su pueblo contra Dios. Finalmente, las cosas sucedieron de acuerdo con todas las profecías que Jeremías recibió de Dios. El no hacer caso de las advertencias de Dios provocó que el pueblo judío fuera deportado a Babilonia, donde vivieron en cautiverio durante 70 años.

Nosotros no debemos hacer caso omiso de lo que Dios nos advierte a través de su palabra, la Biblia. La Biblia está llena de promesas de Dios, pero también nos da muchas advertencias de qué es lo que pasará a aquellos que no escuchan a su voz y le desobedecen. El final de todos los que no escuchen su palabra será el sufrimiento eterno y perpetuo en el infierno. Por otro lado, Dios nos da gran esperanza a aquellos que luchemos en guardar su palabra. Para sus elegidos que perseveran en la santidad les espera el poder glorificar a Dios y gozarnos en él para siempre en el reino de los cielos.

Estamos viviendo en un tiempo de gracia. Hasta que nuestro Señor venga nuevamente, tenemos tiempo para corregir lo que haya que corregir en nuestras vidas a través de reconocer nuestros pecados y arrepentirnos de ellos. A través de estudiar la Biblia, debemos reconocer que somos pecadores. Este es un tiempo para que podamos practicar la santidad. Cuando lleguemos al reino de Dios seremos verdaderamente santos. Mientras, aprendemos a ser santos mediante el ensayo y error. Y cuando erramos, sabemos que podemos regresar a la presencia de Dios por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Nuestro propósito es que podamos aprender de nuestros errores y no cometerlos nuevamente. Pero, gracias a Dios, recibimos gracia abundante y Dios es paciente con nosotros. Por lo tanto, aunque no debemos abusar del amor de Dios, debemos confiar en el amor de Dios y nunca temer de confesar nuestros pecados delante de él. Dios siempre perdona a aquellos que van delante de él con un corazón sincero, humilde, quebrantado, y contrito.

También tenemos tiempo para predicar el evangelio de salvación. Solamente será tarde para predicar el evangelio cuando muramos o el Señor venga. Mientras tanto, nunca es tarde para compartir las buenas nuevas de nuestro Señor Jesucristo con una persona más.

Señor, gracias por su gracia de perdón de pecados. Ayúdeme, Señor, a que cada día pueda vivir delante de usted en santidad. Cuando caiga en tentación, Señor, ayúdeme a recordar que usted me perdona porque murió en la cruz por mí. Le pido, Señor, que cada momento pueda ir delante de usted con un corazón sincero, humilde, quebrantado, y contrito. Le agradezco, Señor, porque usted tiene paciencia conmigo. Le pido, Señor, que me uste para que pueda compartir con otros sobre este amor de Dios y la gracia recibida por medio de usted. Pido que me llene de su Espíritu para cumplir con su voluntad en mi vida.

Una palabra: Escucha la palabra de Dios y comparte el evangelio de salvación.

Babilonia será capturada

Jeremías 50:1-20

En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán; porque perdonaré a los que yo hubiere dejado.

Jeremías 50:20

Hemos estudiado hasta ahora cómo Dios usó a Babilonia para juzgar a las naciones que continuamente molestaron a Israel y a Judá, y se burlaron del nombre de Dios. Sin embargo, el que Dios haya usado a Babilonia tampoco quería decir que ésta fuera libre de pecado. A través del juicio de Dios sobre Babilonia, Dios muestra que él tiene misericordia con los que él tiene misericordia. Dios es fiel, nunca cambia, y por eso, aunque castiga un tiempo a Israel, le perdonará. Así, Dios muestra que, cuando él perdona, limpia totalmente y se olvida de los pecados pasados.

Una característica para notar en la actitud de Babilonia es que ellos dijeron: “No pecaremos, porque ellos pecaron contra Jehová morada de justicia, y contra Jehová esperanza de sus padres” (7). Babilonia conocía de las profecías de Dios en contra de Israel y de Judá por causa de su desobediencia. Vimos anteriormente que Nabucodonosor ordenó a Nabuzaradán, el capitán de la guardia, a que lo cuidara y le hiciera bien porque conocía sobre lo que Jeremías había profetizado con respecto a Babilonia (39:11-14). Esto pareciera que el rey de Babilonia, sin honrar a Jehová Dios, le agradó saber que sería el conquistador. Y pensó que, si es cierto que Jehová Dios castigó a su pueblo usando a Babilonia, Babilonia sería libre de pecado. Sin embargo, el pecado es pecado. Dios no pasa por alto el pecado de nadie. Dios cumple su voluntad a pesar del pecado y la maldad de los hombres. Pero esto no quiere decir que Dios se tapará los ojos ante el pecado de quien él utilizó para cumplir su voluntad. Dios es Dios justo y verdadero. Por lo tanto, no puede permitir que la maldad pase sin ser castigada.

¿Cómo es, entonces, que Dios perdona el pecado de los hombres? Para perdonar el pecado de los hombres, Dios envió a su Hijo Unigénito para que tomara nuestro lugar. Dios, en su gran sabiduría, abrió el camino para que los hombres pudiéramos ser salvaos y que, al mismo tiempo, sea satisfecha la justicia de Dios. De otra forma, Dios sería un Dios injusto. Por eso es por lo que la salvación es solamente por gracia a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo. No hay otra manera en la que nosotros pudiéramos ser salvos.

Ahora, surge otra pregunta ¿es Israel libre de pecado en algún momento? Cuando estudiamos el Antiguo Testamento vemos que no hay momento en que Israel sea libre de pecado. Después del profeta Malaquías hay 400 años en los que Dios dejó de enviar profetas a Israel. Esto definitivamente no es porque Israel esté libre de pecado. Al contrario, es porque Dios abandonó a su pueblo por causa de su incredulidad y su desobediencia. En Ezequiel 10, el profeta tiene una visión lamentable. Él ve que la gloria de Dios abandona el templo. Dios dejó de habitar entre el pueblo étnico de Israel.

Entonces ¿cómo se cumple esta palabra que dice que no se hallará maldad en Israel ni pecado en Jacob? Esto es porque el pueblo de Israel era un tipo de Cristo en el Antiguo Testamento. Israel era solamente una figura del verdadero Israel que había de venir. El verdadero Israel, el primogénito de Dios, es nuestro Señor Jesús. En Jesús se cumplieron todas las promesas del Antiguo Testamento. Y, como el Señor era totalmente humano, pero sin pecado, se cumple esta promesa de que no se halló maldad en Israel ni pecado en Judá.

La iglesia es el cuerpo de Cristo, donde Cristo es la cabeza. La iglesia, entonces, es también el verdadero Israel. Pero la iglesia no es Israel porque es el pueblo de Dios. Es cierto que somos el pueblo de Dios. Sin embargo, solamente llegamos a ser Israel porque somos unidos a Cristo a través del Espíritu Santo que mora en nosotros. Entonces, si la iglesia es verdaderamente Israel, significa que en nosotros tampoco es hallado ni maldad ni pecado. ¿Cómo es esto? Esto es porque somos justificados por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Nuestra justificación es imputada, porque no había nada que nosotros pudiéramos hacer para ser salvos. Somos salvos solamente por gracia por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Gracias, Señor, porque usted murió en la cruz en mi lugar. Gracias, Señor, porque usted es Dios justo que castiga el pecado, pero es Dios amoroso y misericordioso que abrió un camino para que pueda ser perdonado. A través de su muerte y su resurrección, usted me dio nueva vida y esperanza verdadera. Aunque yo merecía solamente el castigo y la destrucción por causa de mis pecados, sé que, si voy a usted con un corazón contrito confesando mis pecados, usted me recibe y me perdona. Cuando usted me perdona, mi maldad y mis pecados no se hallan más. Su perdón es total y verdadero. Señor, ayúdeme a recordar esta gracia que he recibido para que, cuando caiga en pecado, pueda volver a usted, y, cuando estoy en tentación, pueda vencer la tentación recordando su amor hacia mi vida.

Una palabra: Soy salvo solamente por gracia por medio de la fe en mi Señor Jesucristo.