Lucas 20:45:21-4
Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Lucas 20:4
Una cosa que me gusta mucho de las películas, o literatura en general, son los villanos inesperados. Estoy viendo alguna película esperando detectar quién será el villano. Por supuesto, hay películas donde el villano es muy evidente, y no por eso dejan de ser buenas películas. Por ejemplo, cuando uno ve una película de Batman, el villano es obvio para quien conoce la franquicia. Puede ser el Guasón, Acertijo, Pingüino, etc. Sin embargo, las películas donde los villanos no son obvios son intrigantes. Una película que me impactó fue “Alien” (1979). Toda la película hace pensar que los aliens son los malos de la película. ¿¡Quién iba a pensar que uno de sus tripulantes, Ash, sería un traidor de la tripulación!? ¡Chan, chan! ¡Oh, sorpresa! Definitivamente una de las mejores películas, con un villano totalmente inesperado.
En el pasaje de hoy Jesús contrasta a dos clases de personas. Por un lado, están los escribas y los ricos. Por otro lado, está una mujer viuda. ¿Quién es más obvio que sería un ejemplo para seguir?
Los escribas eran parte del grupo de los fariseos. Ellos eran sacerdotes, pero su trabajo específico no era tanto el de salir enfrente a enseñar, como lo hacían lo que conocemos como los fariseos. Los escribas eran aquellos que tenían la responsabilidad de copiar los rollos sagrados; lo que sería la Biblia para nosotros. En aquel tiempo todavía no se inventaba la imprenta, por lo tanto, se requería de gente que tuviera una buena caligrafía. Tampoco existía el papel como lo conocemos, sino que se usaba papiro o pergamino para escribir. El papiro, un tipo de papel que se hacía con hojas de una planta que se llama precisamente papiro, requería un manejo muy especial. Los pergaminos eran hechos a base de piel de animales, principalmente de cordero. Escribir en los pergaminos también requería de una técnica especial. Otra consideración importante era que tanto el papiro como el pergamino eran muy caros. En nuestro tiempo, el papel es tan barato que, si uno se equivoca, tira la hoja y saca una hoja nueva. En aquel tiempo, no se podían dar el lujo de estarse equivocando porque supondría un gasto inimaginable. Por esto era necesario gente bien entrenada que tuviera una buena caligrafía, supiera manejar las diferentes formas de hojas, y tomara el oficio con seriedad. Si todo esto no fuera suficiente, ser un copista de las Escrituras era una labor sagrada. Por causa del tipo de trabajo que realizaban, los escribas se volvían expertos en las Escrituras. Ellos conocían de memoria largos pasajes. En nuestro tiempo consultamos Biblias electrónicas cuando no nos acordamos donde dice una cosa o qué dice un versículo o pasaje de la Biblia. En aquel tiempo, que no existían las computadoras, consultaban con los escribas. Así, el oficio de escriba en la sociedad judía era considerado de los más importantes.
Pero Jesús advierte a sus discípulos que se guarden de los escribas. Por su puesto, nosotros que conocemos las historias de la Biblia sabemos por qué. Pero ¿se imaginan la sorpresa y la confusión de los discípulos cuando escucharon esto por primera vez? Estos hombres que parecían tan santos con sus ropas largas, sentándose en las primeras sillas de las sinagogas, y que hacían largas oraciones, resulta que eran personas de quien se debían de cuidar. Jesús les dice que el problema de los escribas es que les gusta el reconocimiento de las personas. Jesús no acusa el oficio, sino que la intención de sus corazones. Los escribas les gustaba ser reconocidos por las personas, pero no cuidaban de las viudas, o sea, de los más necesitados.
Otro grupo de gente son los ricos. Ahora, hay de ricos a ricos. Hay ricos quienes son ciertamente un buen ejemplo para las personas. Pero hay otros ricos que no dejan ningún buen ejemplo. Ciertamente existen las excepciones, pero podemos decir que, en general, los ricos no son los mejores ejemplos para la sociedad. Sin embargo, a los ricos les gusta disfrazarse de buenas personas. Por eso tienen sus organizaciones de beneficencia, y participan con muchas donaciones. Aún su filantropía es solamente una manera de querer llamar la atención de las personas, de una manera u otra, para mostrar su poder económico y parecer buenas personas. Y los ricos del tiempo de Jesús no eran muy diferentes. Estando en el templo, Jesús vio que los ricos echaban sus ofrendas dejando caer muchas monedas en el arca de las ofrendas. Esto era para provocar que las personas escucharan cuánto dinero estaban ofrendando al templo. Querían mostrarse como buenas personas que ofrendaban mucho, y a la vez mostrar que tenían tanto dinero.
Pero Jesús desvía la atención hacia una viuda. Ella solamente echó dos blancas. Una blanca equivalía a 1/128 denarios. Un denario era el salario equivalente a un día de trabajo, que por lo general era de 12 horas. O sea, una blanca era lo de aproximadamente 5.5 minutos de trabajo. Dos blancas, entonces, 11 minutos de trabajo. Así de poco fue lo que la viuda ofrendó. Sin embargo, para sorpresa de los discípulos, Jesús dijo que ella había ofrendado más que todos los ricos. Esto es porque los ricos ofrendaron sus sobras, pero la viuda ofrendó del sustento que tenía. Esto lo podemos ver en nuestro tiempo también. Los ricos que dan montos estratosféricos en obras de beneficencia, en realidad es quitarle un pelo a un gato. Pero los pobres batallan para incluso dar un poco de ofrenda en la iglesia porque viven el día a día. Proporcionalmente, lo poco que un pobre da de ofrenda tiene mucho más valor que lo que un rico generalmente da a caridad. Nadie vio a la mujer más que Jesús. Ella pasó desapercibido a los ojos de tantos que admiraban a los ricos. Pero ella no buscó la admiración de los hombres, sino que quiso honrar a Dios y dar todo lo que pudo de lo poco que tenía. El héroe de esta película, o más bien, la heroína, fue un personaje inesperado: una viuda pobre.
Dios no ve las cantidades, sino que evalúa el corazón. Esta palabra no es una enseñanza sobre cuánto hay que ofrendar. Una mala interpretación de este pasaje sería que Jesús enseñó a que debemos ofrendar todo nuestro dinero a la iglesia. Eso no fue lo que Jesús quiso decir. Lo que él nos enseña es que debemos dar a Dios humildemente y sin ser fríos calculando cada centavo que ofrendamos. Por su puesto, la Biblia nos enseña a que debemos ofrendar. Pero nuestra ofrenda a Dios debe de salir de nuestro corazón agradecido a Dios por todo lo que nos da, confiando que él es quien nos sigue proveyendo de acuerdo con nuestras necesidades. Dios quiere que le ofrendemos por que él es nuestro Dios. La ofrenda no debe ser una imposición, sino que debe ser nuestra muestra de honra, alabanza, y agradecimiento a Dios.
Ahora, otro posible problema es la falta de sabiduría. Dios quiere que seamos buenos administradores de todas las cosas que nos ha dado, ya sea dinero, tiempo, etc. Esta palabra tampoco quiere decir que debamos ser administradores insensatos de los recursos que Dios nos ha dado. No me parece que Dios se agrade de aquel que dedica todo su dinero y tiempo a servir en los ministerios de la iglesia, y por eso descuida totalmente su familia, por decir un ejemplo. Debemos ser buenos administradores, pero no fríos calculadores. Por eso debemos orar para que el Espíritu Santo nos de constantemente de sabiduría para saber cómo administrar nuestros recurso para dar gloria a Dios de la manera que él se agrade de nosotros.
Señor, perdóneme porque muchas veces busco el reconocimiento de las personas y la atención de los que me rodean en lugar de buscar dar gloria a su nombre. Ayúdeme a servirle a usted en todas las cosas con el deseo de glorificarle y alabarle con un corazón agradecido por su gracia y su amor que muestra cada día, pero en especial porque usted no escatimó su propia vida al darla en la cruz en mi lugar. Ayúdeme a tener el corazón humilde esta viuda.
Señor, muchas veces calculo si el reconocimiento que obtendré es mayor al sacrificio que haré. Esto se aplica tanto cuando tengo que ofrendar, así como cuando sirvo en algún ministerio en la iglesia, o en otro lugar. Pero usted no mira la cantidad de las cosas que hago, sino que evalúa la calidad de mi corazón al hacer las cosas que hago. Señor, deme un corazón de alabanza y agradecimiento a usted para no calcular, sino solamente glorificarle a usted.
Una palabra: Sirve al Señor con humildad para gloria de su nombre.