Lucas 22:54-71
Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Lucas 22:69
En la palabra de hoy podemos ver un contraste entre Pedro y Jesús. En Pedro podemos ver la vida del cristiano que se vive por su propio esfuerzo. En Jesús podemos ver la vida del creyente que depende en el Espíritu Santo y tiene puesta la esperanza en el reino de Dios.
Jesús había profetizado que Pedro le traicionaría. Durante la cena, el Señor le dijo que le negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Pero Pedro no quiso aceptar esas palabras de Jesús, y dijo que estaba dispuesto a dar su vida por Jesús. Ese momento era tiempo para que Pedro meditara en las palabras de Jesús y orar para no caer en tentación. Mientras Jesús oró en Getsemaní, Pedro también debía de estar orando, pero se durmió. Así, llegó el tiempo de la prueba. Jesús fue llevado arrestado, y Pedro le siguió hasta la casa del sumo sacerdote. Mientras Jesús fue enjuiciado, Pedro estuvo en el patio de la casa esperando. Allí, tres personas identificaron a Pedro como discípulo de Jesús. Las tres veces Pedro lo negó. Y cuando todavía no había acabado de negar a Jesús la tercera vez, el gallo cantó. Y cuando sacaron a Jesús para llevar lo al concilio, el Señor miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús y lloró amargamente.
Por otro lado, Jesús fue llevado al concilio para que fuera enjuiciado por el sanedrín. Toda la noche habían maltratado a Jesús golpeándole y burlándose de él. También, aunque Lucas no lo menciona, Mateo, Marcos y Juan nos dicen que los miembros del concilio se habían reunido en la casa del sumo sacerdote y estuvieron buscando falsos testigos para poder acusar a Jesús. Condenar a una persona durante la noche era ilegal de acuerdo con las leyes judías. Pero a ellos no les importó. Ellos no guardaban la ley de acuerdo con el espíritu de la ley, sino que usaban la ley de acuerdo con su propia conveniencia. Cuando Jesús estuvo delante del sanedrín en la mañana, la decisión ya estaba tomada y apresuraron el proceso de condenación. ¿Por qué se habría reunido el sanedrín en la mañana si ya se habían juntado en la noche y sentenciado a Jesús? Solamente fue un espectáculo para legitimar sus acciones.
¿Qué hizo Jesús mientras estos hombres injustos le maltrataban? Jesús no se defendió a sí mismo. Cada uno de los evangelios nos muestran solamente una o dos cosas que Jesús les respondió. Considerando las horas que pasó siendo enjuiciado, podemos decir que Jesús no dijo nada. Lucas nos muestra la respuesta de Jesús cuando le preguntaron si él era el Cristo. Jesús no negó que fuera el Cristo. Al contrario, aunque él sabía que los sacerdotes no creían en su palabra, ni tampoco creerían, aunque les diera una evidencia tajante, de todos modos, les habló con toda claridad la verdad de su ser. Jesús sabía que ese día moriría. Por esto les adelanta que ascenderá al cielo y se sentará a la diestra de Dios. Esto nos lleva a entender que Jesús moriría, pero también resucitaría para luego ascender. Como Jesús había enseñado, Dios no es Dios de muertos sino de vivos.
¿Es esto algo que Jesús podía decir por ser Dios el Hijo? En parte sí, pero mayormente no. En parte sí, porque a lo largo de la vida de Jesús podemos ver que él tenía conciencia de su naturaleza divina. Sus declaraciones como su respuesta a María cuando a los doce años Jesús se quedó en el templo, y que nadie conoce al Padre sino por el Hijo muestra que él sabía bien que era el Hijo de Dios. Jesús hizo obras que ningún hombre podía hacer, como el perdonar pecados y dar autoridad a Pedro de caminar sobre el agua, o que las aguas y el viento le obedecieran. Pero también, Jesús era totalmente humano. Su naturaleza humana era igual que nosotros, pero sin pecado. Y esa cláusula de “sin pecado” no se atribuye a su divinidad, sino que se atribuye a que él es el postrer Adán. Y como Adán fue creado sin pecado, la naturaleza original del hombre era sin pecado. De esta manera, Jesús vino al mundo con la naturaleza original, ante caída, que era sin pecado. Entonces, ¿cómo resistió las tentaciones y las dificultades? Porque Jesús fue lleno del Espíritu Santo. Él es nuestro ejemplo para seguir, porque teniendo las mismas condiciones que nosotros como ser humano, venció al mundo a través de depender en el Espíritu Santo. Quien quiera que siga el ejemplo de Jesús, él también prometió que podrán hacer obras iguales o más grandes que él; aunque no debemos clavarnos en esto último, pues es conforme a su plan en cada uno de sus electos.
Muchas veces pienso que puedo hacer las cosas por mi propia fuerza y olvido depender en la oración. Como Pedro, estoy siempre dispuesto a dar mi vida por mi Señor, pero solamente en mi cabeza. Como olvido meditar en la palabra y orar, muchas veces soy vencido por las tentaciones. Me dejo llevar muy fácilmente por mis deseos de comodidad o de envida. Me dejo vencer ante vanas distracciones dejando a un lado lo que debo de hacer. Y, como Pedro, cuando veo todas estas cosas que hice, o que dejé de hacer, me entristezco amargamente. Lucas no nos menciona el restablecimiento de Pedro, pero Juan sí lo hace. Por causa de esta decepción, Pedro se escondió y no podía tener una mente tranquila y clara. Pero Pedro no buscó a Jesús. Tuvo que ser el Señor quien nuevamente fuera al encuentro de Pedro para perdonarlo y restablecerle como pastor de las ovejas del Señor.
Señor, sé que debo seguir su ejemplo de orar y confiar en la guía del Espíritu Santo. Sé que si hago esto tengo garantizado que tendré la victoria aún me medio de las persecuciones y las tribulaciones. Sin embargo, me dejo vencer por mi orgullo y pienso que yo puedo. Perdóneme, Señor, porque en esos momentos caigo, y luego me hundo en pesimismo. Pero le doy gracias porque usted siempre viene nuevamente a buscarme. Usted no me abandona. Y extiende su mano para levantarme. Quiero vivir, Señor, viéndole a usted quien está sentado en el cielo a la diestra del poder de Dios. Ayúdeme a vivir una vida exitosa bajo su gracia del perdón, y confiando en el poder del Espíritu Santo.
Una palabra: Mira al Señor quien está sentado a la diestra del poder de Dios.