Lucas 21:20-28
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
Lucas 21:27
Albert Mohler, en su libro “No podemos callar”, dice que no podemos ser optimistas sobre el mundo, pero los creyentes podemos tener esperanza. Esta esperanza está en Jesús, nuestro Señor, quien vendrá nuevamente. Los creyentes somos solamente peregrinos y extranjeros en este mundo esperando poder llegar al reino celestial. Esta esperanza será cumplida cuando venga nuevamente nuestro Señor.
Este pasaje es continuación del anterior. Jesús estaba diciéndoles a quienes le preguntaron sobre las señales del fin de los días. Jesús enseñó sobre ciertas señales, pero ninguna de estas era definitiva. Solamente dio una advertencia sobre lo que pasaría y exhortó a que los creyentes debemos guardar nuestra fe con paciencia.
En la palabra de hoy, Jesús enseña qué sucederá cuando él venga nuevamente. Jesús describe una situación terrible, no solamente en la tierra, sino en el universo. ¿Se referirá a la destrucción del sol, la luna, y las estrellas? ¿Será toda la creación? No lo sabemos. Aparentemente este texto parece indicar algo así, y así lo entienden muchas personas. En lo personal, creo que, si leemos toda la Biblia como un solo libro, no dice que toda la creación vaya a ser destruida. El que hayan “señales en el sol, en la luna y en las estrellas” y que “los cielos serán conmovidas” no quiere decir necesariamente que el universo va a ser destruido. Ciertamente sucederá algo en el universo; algo que no sabemos en este momento, y que tal vez no podamos explicar en su momento. Lo único que podremos saber es que será el tiempo de la venida del Señor.
¿Por qué pienso que el universo no será destruido? Porque, a mi entender, si Dios evaluó toda su creación diciendo: “y era bueno en gran manera” (Gn 1:31), entonces no habría razón por la que Dios destruyera toda su creación. ¿Qué tenía de bueno en gran manera? La caída cambió todo, cierto. Pervirtió todo lo que Dios hizo, pero no la caída no tiene poder suficiente para deshacer lo que Dios creó bueno en gran manera. Como toda la creación fue pervertida, el Señor purificará el universo cuando venga nuevamente. La nueva creación no es nueva en el sentido de que va a deshacer todo y rehacer todo. La nueva creación es que será limpiado y será como nuevo. Esto tiene mucha semejanza con nuestras vidas. Nosotros recibimos nueva vida, no porque seamos destruidos físicamente, sino que somos purificados a través de la sangre de nuestro Señor. Somos nueva creación en el sentido de que hemos muerto al pecado porque recibimos justificación imputada. Esto es, no por nuestro propio esfuerzo o nuestra obra, sino solamente por causa de nuestro Señor quien murió en nuestro lugar. De una manera similar, el universo será purificado por el Señor para que la recibamos como el nuevo Edén, como Dios quiso que fuera desde el principio. Solamente que esta vez Satanás no podrá engañar a los hombres, porque Satanás también será juzgado en el día que el Señor regrese.
En mi meditación sobre el pasaje anterior hablé bastante sobre que debemos vivir sabiendo que éstos son los últimos días. No debemos confiarnos de que van dos mil años y no ha pasado nada. Al contrario, nuestra actitud debe de ser que, como ha pasado dos mil años por la gracia de Dios, el día del juicio está más cerca que nunca. Algunos cristianos, basados en la ciencia, confían en que el fin de los días todavía está lejos. Según la ciencia, el universo está expandiéndose, pero va a llegar un momento en que se va a contraer nuevamente. Los cristianos que ven este fenómeno en el universo interpretan que la contracción del universo es el día en que se refiere Jesús a las señales en el sol, la luna y las estrellas. Pero yo pienso que no podemos confiarnos en esos datos científicos. A mí me encanta la ciencia. Sin embargo, también entiendo las limitaciones de la ciencia. La ciencia nos explica la lógica y la gran creatividad con la que Dios creó el universo. Sin embargo, la ciencia no determina la soberanía de Dios. Aunque me parece un dato fascinante la expansión del universo y la posibilidad de su contracción, esto no quiere decir que Dios estableció la contracción del universo como señal. Tampoco quiere decir que Dios tiene que esperar hasta esa contracción para juzgar a la creación. Nadie conoce el plan de Dios, pero tampoco es necesario que nosotros la conozcamos. Lo que sí necesitamos conocer es que Dios enviará a nuestro Señor nuevamente. La primera vez vino humildemente para mostrarnos su amor y gracia a través de que el Hijo se hiciera hombre y muriera en la cruz para perdón de nuestros pecados. La segunda vez vendrá con toda su gloria como juez, mostrando la justicia y el juicio de Dios. Ese día, dice el Señor, debemos erguirnos y levantar nuestra cabeza porque nuestra redención está cerca.
Ciertamente no podemos ser optimistas sobre el mundo. Ser optimistas con el mundo, como lo explica Mohler, significa que podemos esperar que el mundo mejore. Sin embargo, el mundo muestra claramente que no va a mejorar. Y la Biblia tampoco nos presenta un panorama en donde el mundo mejore. Al contrario, así como Dios esperó cuatrocientos años para juzgar a la tierra de Canaán por sus pecados, Dios está esperando que el pecado del mundo llegue a su colmo. Y así como Dios usó a Israel para juzgar a Canaán, el verdadero Israel, nuestro Señor Jesucristo, vendrá para juzgar al mundo.
Pero podemos tener esperanza. Tener fe significa tener esperanza (Heb 11:1). Antes de que el Señor venga nuevamente habrá muchas persecuciones y dificultades para los cristianos, como lo vimos en el pasaje anterior. Pero cuando el Señor venga nuevamente, ese día podremos levantarnos y alzar nuestra cabeza porque sabremos que todas esas dificultades habrán llegado a su fin. En ese día, quienes fueron justificados por la sangre de Jesús podrán vivir con verdadera paz por toda la eternidad en presencia de Dios.
Señor, ayúdeme a no olvidar la esperanza en su segunda venida. Aunque tenga muchas dificultades en este mundo, todas las cosas pasarán cuando usted venga a juzgar al mundo. Solamente le pido que, conforme a su promesa, esté usted siempre conmigo hasta el final. Ayúdeme a no desviarme de su camino. Y pido, Señor, que me use como instrumento suyo para que su voluntad sea cumplida en esta tierra.
Una palabra: Tenemos esperanza porque el Señor vendrá nuevamente.