Una vida de amor

Juan 12:1-11

Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor de perfume.

Juan 12:3

Hay mucha gente que discute sobre la importancia de la participación de la iglesia en la justicia social. Sin lugar a duda que la iglesia debe ser partícipe de la justicia social. Sin embargo, el principal propósito de la iglesia no es la justicia social. Si recordamos el primer gran mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma, y con todas las fuerzas. El segundo mandamiento es amar al prójimo como a uno mismo. Primero debemos hacer aquello que muestra nuestro amor a Dios. No debemos dejar de amar al prójimo, pero primero es amar a Dios.

María amó a Dios. Ella amó a Jesús como su Dios y su salvador. Ella tenía guardado un perfume de nardo puro que era muy caro. Las mujeres de aquel tiempo guardaban este tipo de perfume pensando en el día de su boda. Para las mujeres, ese tipo de perfume era su gran tesoro. María entregó ese gran tesoro a Jesús porque amó más a Jesús. El amor que ella mostró a su Señor y Dios es muy precioso. Simplemente imaginar esa escena me conmueve, y espero que también les conmueva a ustedes.

Pero Judas, que estaba viendo esto, se enojó. Él dijo que, si María iba a desperdiciar el perfume de esa manera, mejor hubiera sido que lo vendiera y lo diera el dinero a los pobres. El autor, el apóstol Juan, hace una nota diciéndonos que en realidad Judas no decía esto porque estuviera realmente preocupado por los pobres, sino que él deseaba el dinero. Aquí es donde sabemos cuál era el oficio de Judas antes de seguir a Jesús. Judas había sido un ladrón. Lo interesante es que, primero, Jesús le haya dado el voto de confianza para que fuera el tesorero de los apóstoles. Y, segundo, que a pesar de ese amor de Jesús y la confianza que puso en él, Judas siguiera con su vida de pecado robando del fondo de los discípulos. No es que Jesús haya elegido mal a Judas como tesorero. El error es de Judas quien no pudo apreciar el amor de Jesús. Aquí vemos dos clases de personas. Judas que, siendo uno de los Doce, no supo apreciar el amor de Jesús. Y María, quien ofreció lo más precioso que tenía a Jesús.

Ahora, si bien hemos mencionado que Judas no tenía interés de los pobres, también podríamos pensar que, si el propósito principal de la iglesia fuera la justicia social, Jesús debía de haberle dado la razón a Judas. Tal vez Judas no habría llegado a esa conclusión por las razones correctas, pero si fuera correcta esa conclusión, debería de haber dicho algo en su favor. Sin embargo, Jesús fue claro que María estaba haciendo algo superiormente bueno. Ellos no tendrían a Jesús para siempre, mientras que los pobres estarían allí con ellos.

Esto nos dice que la iglesia sí debe de tener interés de cuidar de los pobres. Al decir que es el amor al prójimo es el segundo gran mandamiento, no quiere decir que es un mandamiento que podemos ignorar. Es un gran mandamiento, por lo que lo debemos cumplir. Por supuesto, amar al prójimo no solamente es la justicia social. La justicia social, cuidar de los pobres, es parte de lo que la iglesia debe de hacer, pero hay varias maneras de hacer esto.

Por otro lado, el primero y el más grande mandamiento es amar a Dios. No debemos detener a otros de expresar el amor a Dios. También hay varias maneras de expresar el amor a Dios. Pero, cualquiera que sea esta expresión de amor, siempre y cuando sea con sinceridad, debemos dejar a otros expresar ese amor a Dios, y debemos nosotros mismos expresar nuestro amor a Dios. Cuando amamos a Dios, también sale de nosotros el amar al prójimo. Esto es natural porque Dios es amor. Juan, en su primera carta, nos dice que conocemos que amamos a los hijos de Dios cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos (1Jn 5:2). Esto podría parecer contraintuitivo. ¿Cómo que expresamos nuestro amor por el prójimo si mostramos nuestro a mor a Dios y guardamos sus mandamientos? ¿No debería ser que amar a Dios es una cosa y amar al prójimo es otra cosa? Pero en realidad, nosotros no sabemos lo que es el amor y cómo podemos amar a otros si no amamos a Dios, porque Dios es amor; esto es, Dios es la definición de amor. Cuando amamos a Dios, naturalmente sale de nosotros que amemos a los prójimos. Entonces, no necesitamos de estar pensando en hacer justicia social u otras cosas, porque saldrá de nosotros hacerlo aun sin pensarlo.

Señor, ayúdeme a amarle con todo mi corazón, con toda mi mente, con toda mi alma, y con todas mis fuerzas. Por causa de mi pecado, soy egoísta y solamente busco lo mío propio. Pienso poco en los demás, Señor. Y mucho menos busco cómo expresar mi amor por usted. Muchas veces llego a pensar que he hecho suficiente para mostrar mi amor a usted porque sirvo en varias cosas en la iglesia. Pero, en realidad, paso la mayor parte del día pensando solamente en mí mismo. Por eso, Señor, enséñeme a amarle. Ayúdeme a expresar mi amor por usted en todo momento de mi vida. Pido que mis pensamientos y mis deseos sean continuamente el de glorificarle. Y, a través de amarle y obedecer a su palabra, que salga de mí de forma natural el amar a los demás y servirles con gozo, de forma humilde y sacrificada. Señor, pido que, sobre todas las cosas de mi vida, puedo yo amarle a usted.

Una palabra: Ama a Dios profundamente.

El complot para matar a Jesús

Juan 11:45-57

Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

Juan 11:45-46

En la palabra de hoy vemos a dos clases de personas. Unos, vieron las señales que Jesús hacía y creyeron en él. Otros, vieron las mismas señales, pero quisieron matarle. ¿Qué clase de persona somos? La palabra de hoy nos invita a que creamos en Jesús, que él es la resurrección y la vida, que él es Cristo el Señor.

Muchas veces oigo gente decir que si vieran una señal de Jesús en persona sería más fácil creer en Jesús. Pero me pregunto si de verdad creerían. Esa misma gente dice que les fue más fácil a la gente del tiempo de Jesús creer en él porque vieron las señales que él hacía. Sin embargo, la palabra de hoy nos muestra que esto no es cierto. De hecho, los que creyeron en Jesús era relativamente poca gente, comparado con la totalidad de los habitantes de Judea y Galilea, y mucho menos si todavía contáramos a la gente de Samaria. El Señor nos invita a creer en él, pero no creemos solamente por los milagros que él hace, sino por la fe en él.

Los fariseos vieron los milagros que Jesús hacía. Sin embargo, en lugar de creer, solamente le tuvieron envidia porque más gente le seguía. Y, como excusa, dijeron que, si las cosas seguían así, los Romanos vendrían a matar a los judíos, y los fariseos perderían su posición. ¿Por qué temieron que vendrían los Romanos a matar a los judíos si Jesús seguía incrementando su fama y sus seguidores? Es interesante que, hasta este punto, Jesús todavía no se declaraba rey de los judíos. Sin embargo, ya existía un poco de esta percepción. El hecho de que muchos le llamaran el hijo de David tenía este tono histórico del heredero a ser rey de Israel. Clamar al trono de una nación perteneciente al Imperio romano era considerado una conspiración en contra del Imperio. También, el título de “el Hijo del Hombre” se refería a ser Hijo de Dios. Esto también era considerado una falta grave, pues los romanos consideraban a César como el hijo de dios. Estas eran algunas de las razones que los fariseos, y el concilio del sanedrín, habrían pensado que podría poner en peligro a los judíos, y a ellos mismos. Sin embargo, nosotros que conocemos la historia, sabemos que al Imperio romano no le sonaba mucho el nombre de Jesús. En primer lugar, como se mencionó previamente, no eran tanto los seguidores de Jesús, si pensamos en porcentaje poblacional. Segundo, después de ver el juicio de Pilato, que ni pio hizo cuando Jesús le dijo claramente que él era el rey de los judíos, podemos ver que aún la declaración de Jesús no le parecía una amenaza al Imperio, sino una cuestión religiosa y social solamente.

Es importante señalar aquí cómo Dios obra y que nadie puede detener sus planes. Dice que Caifás, quien era el sumo sacerdote en turno aquel año, había profetizado que Jesús debía de morir. Cuando leímos esta parte, mi hija preguntó si entonces Caifás hizo bien o mal. Ella entendió que Caifás deseaba hacer el mal, pero pudo notar un poco que se cumplía el plan de Dios, lo cual le fue confuso. Pareciera que el plan de los fariseos era detener la obra de Jesús y, por ende, la obra de Dios. Por lo general, matando la cabeza de alguna insurgencia o de un grupo delictivo se soluciona gran parte del problema. Sin embargo, Dios usó el mal del deseo de Caifás y del concilio para poder cumplir su voluntad. El plan de Dios fue desde el principio que Jesús muriera en la cruz. Por lo tanto, y respondiendo a la confusión de mi hija, podemos ver que no hay nada que pueda detener el plan de Dios.

Dios nos da libertad para elegir hacer el bien o el mal. Esa elección es totalmente libre, por lo que también tenemos total responsabilidad de nuestras decisiones. Pero Dios es omnisciente, por lo que ya sabe lo que sucederá, y usa aún las decisiones malvades de los hombres para que se cumpla su voluntad. Jesús debía de morir en la cruz para que se pudiera cumplir el plan de redención que Dios había prometido desde la caída (Gen 3:15). Ahora, aunque Satanás estaba usando a Caifás y al concilio para tratar de detener la obra de Dios a través de su Hijo Jesús, finalmente se cumplió lo que Dios planeó hacer. Nada puede detener el plan de Dios.

Dios nos da la libertad para elegir si escuchamos al Espíritu Santo que nos llama o no. Podemos creer en Jesús o no. Nosotros somos responsables de esa elección. Por lo tanto, elijamos creer en Jesús y recibir resurrección y vida.

Señor, gracias por dar su vida por mí, y por todos los que usted eligió para salvación. Ayúdenos a que perseveremos en esta gracia recibida hasta que lleguemos a vivir en el reino de Dios disfrutando de su gloria para siempre. Aunque existe su gracia de su elección de acuerdo con su soberanía, paralelamente nos da a nosotros la libertad de elegir creer o no creer que usted es el Señor. Señor, su Espíritu Santo nos acompañe para que creamos y vivamos creyendo. También, mueva el corazón de sus elegidos conforme predicamos el evangelio para que tengan vida en usted.

Una palabra: Cree en Jesús, nuestro Señor.

Jesús resucita a Lázaro de entre los muertos

Juan 11:28-44

“Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.”

Juan 11:36

Dios es amor y toda la Biblia nos cuenta sobre su amor. En el pasaje de hoy podemos ver, una vez más, cuánto nos amó nuestro Señor. Él dio su vida para que nosotros pudiéramos tener vida eterna en él.

Continuando con la historia de Lázaro, Marta fue a llamar a su hermana María. Jesús se quedó fuera de la ciudad, donde había hablado con Marta. Cuando María llegó con Jesús, sus palabras fueron iguales a las de Marta en su reproche porque Jesús no había llegado pronto para que su hermano no muriera.

Mucha gente había seguido a María pensando que ella iba a llorar al sepulcro. Jesús vio a María y a la multitud que lloraba por Lázaro. Era natural que lloraran por él. Al mirar a todos ellos, Jesús mismo se conmovió y lloró. La gente se dividió entre los que pesaron en cuánto amó Jesús a Lázaro, y los que criticaron a Jesús por no haber venido pronto para que Lázaro no muriera.

Pero ¿por qué lloró Jesús? Algunos piensan que lloró porque simpatizó con el dolor y la tristeza de las hermanas y la multitud. Ciertamente Jesús conoce y comprende nuestros dolores y tristezas. El autor de Hebreos conoció este aspecto amoroso de nuestro Señor, y dijo: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15). Una de las razones por la que el Señor, siendo Dios el Hijo, encarnó y vino a este mundo fue para sufrir con nosotros y por nosotros, y llevar en él todo el peso de quebrar la ley, esto es, la muerte.

Sin embargo, éste no parece ser el caso en este pasaje.  La palabra en griego usada aquí para “se estremeció” es enebrimesato (ἐνεβριμήσατο). Este verbo se refiere a un sentimiento profundo de desagrado y de rechazo. ¿Entonces significa que Jesús le desagradaba ver a las personas que estaban llorando en el funeral? Por su puesto que no. Mas bien, lo que le desagradó a Jesús fue ver lo desagradable del resultado del pecado, la muerte. Nuestro Señor quiere que nosotros vivamos en felicidad. El propósito por el que Dios nos creó fue para que le glorifiquemos y podamos gozar de él eternamente. Pero el pecado quebró la relación entre Dios y los hombres. Después de la caída, los hombres no podían glorificar a Dios libremente. Y en lugar de poder gozar a Dios eternamente, fueron atados al poder de la muerte. Esta escena es la que le disgustó a Jesús. Por eso lloró Jesús. El versículo 35 es el versículo más corto de la Biblia, y hay una razón muy especial por qué Juan escribió un enunciado tan corto, y fue separado como un versículo aparte. El lloro de Jesús muestra la tristeza que Dios siente por la situación trágica de los hombres. Sin duda alguna, “la paga del pecado es la muerte” (Rom 6:23).

Pero, aunque “la paga del pecado es la muerte”, “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 6:23). El Señor vino para solucionar el problema del pecado y de la muerte. Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos. Este fue una señal para que las personas pudieran ver el poder de Jesús como el Hijo de Dios, y el amor de Dios el Hijo por los pecadores que no nos abandona sino nos rescata de la muerte. Jesús es la resurrección y la vida.

Cuando leemos la Biblia, no podemos negar el gran amor de Dios con que nos amó. Su misericordia es para siempre. Nuestro Señor vino a este mundo para tomar nuestro lugar. Nosotros solamente merecíamos la muerte por causa de nuestros pecados. Pero nuestro Señor tomo nuestro lugar. Murió para pagar la pena de nuestros pecados y darnos vida eterna en él. Ahora, los hombres que no podían alabar a Dios y que estaban condenados a la muerte eterna, podemos regresar a adorar a Dios y gozar con él eternamente.

La resurrección y la vida es hoy. Ciertamente esperamos la resurrección en el fin de los días, donde podremos disfrutar del reino de Dios para siempre. Sin embargo, nosotros no solamente experimentaremos la resurrección en el futuro. Hoy experimentamos la resurrección porque nuestro espíritu estaba muerto por causa de nuestros pecados. Pero, cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y como nuestro Dios, morimos al viejo hombre en la cruz del Señor, y nos vestimos del nuevo con la resurrección del Señor. Y estamos unidos a él a través del Espíritu Santo. Por esta unión con Cristo en el Espíritu, gozamos a Dios desde hoy y para siempre.

Gracias, Señor, porque su amor y su misericordia son para siempre. Gracias porque nos amó de tal manera que murió en la cruz en nuestro lugar. Y, a través de morir en la cruz, nuestros pecados fueron perdonados para poder ir a la presencia de nuestro Padre nuevamente. Gracias, Señor, porque juntamente con usted morimos a nuestros pecados, y juntamente con usted resucitamos para vida eterna. Gracias, Espíritu Santo, porque usted nos une a nuestro Señor, y así podemos estar en la presencia de nuestro Padre alabándole y gozándole desde hoy y para siempre.

Oro, Señor, que me ayude a cada día luchar contra las tentaciones pecaminosas. También oro, Señor, que pueda llevar delante de usted todos mis pecados con un corazón quebrantado. Usted me ha enseñado que, si voy delante de usted con un corazón contrito y quebrantado, no me rechazará, sino que me recibirá, me perdonará, y no tomará más en cuenta mis pecados pasados. Señor, confío en su gracia y su amor. Ayúdeme a acercarme a usted con un corazón arrepentido.

Una palabra: El Señor dio su vida por nosotros porque nos ama.